MADRID 25 Oct. (OTR/PRESS) -
Este miércoles es el día en que el Parlamento europeo va a ser el escenario del debate en torno al proceso de paz en España. Es una gran simplificación decir eso de que asistiremos a la internacionalización del conflicto, que es lo que ETA venía buscando de antiguo. Más bien se trata de la toma de conciencia de la representación política europea, que la propuesta socialista pretende se salde con el apoyo mayoritario. Ese Parlamento ha apoyado procesos de paz como el de Irlanda del Norte y en muchas ocasiones ha condenado el terrorismo. No se ve entonces ninguna razón por la que esta vez no deba salir en apoyo del proceso de paz español. ¿O es que esto sería internacionalizar el conflicto y las anteriores tomas de posición no lo habrían sido?
No quiero entrar en disquisiciones intelectuales que a nada conducen. El problema está en el debate político interior que se ha suscitado por la actitud obstruccionista del PP, que protagoniza la división al arrastrar forzadamente a sus correligionarios europeos a situarse contra el proceso de paz iniciado por el Gobierno español y apoyado por la totalidad de las fuerzas políticas, a excepción del propio PP.
Todo lo que sucede es indefectiblemente aprovechado por el PP para descalificar el proceso y para culpar al Gobierno de lo que hagan ETA y sus aledaños. Es evidente que el deseo de aquel partido es que descarrile el proceso, deseo que disfraza con el cuento del precio político, de las victorias que se le dan a ETA y las cesiones a los terroristas. Del lado etarra y la izquierda abertzale tampoco llegan muestras de una voluntad de facilitar los caminos para la paz definitiva, como es el caso este último del robo de las pistolas, si se demuestra que son ellos. Entre otras cosas, porque pretenden mezclarlo todo, la paz y las reivindicaciones políticas, cuando saben positivamente que por ahí no tienen nada que hacer. El riesgo es enzarzarse en un debate sin fin en el que se termine pudriendo el proceso y desandando el camino andado. Pues en eso estamos.
Pedro Calvo Hernando.