MADRID 11 Abr. (OTR/PRESS) -
Cuatro años después de los bombardeos y la ocupación de Irak, todo lo sucedido en ese país y la situación actual del mismo planean trágicamente sobre el mundo entero y el sistema de relaciones internacionales. A la gran injusticia de la guerra ilegal, injustificada y genocida, con ya casi setecientos mil muertos en su cuenta, se suma la catástrofe política y diplomática que ha generado y a la que no se le ve el fin. Una pequeña excrecencia ha sido también la crisis de los 15 rehenes británicos y el gran escándalo en torno al negocio de las exclusivas. Todo lo que tiene que ver, de una u otra forma, con la guerra de Irak, es un factor de emponzoñamiento y de miseria política, humana y moral. Sin excluir Líbano o el enfrentamiento israelo-palestino de esta consideración. Esa zona y el mundo entero son mucho más injustos e inseguros que antes de la guerra decretada por el trío de las Azores. Como todo el mundo sabe, nuestro 11-M también tiene mucho que ver con Irak, las Azores, la invasión y la guerra.
Ahí está el gran meollo del panorama internacional y una buena parte de lo que nos ha ocurrido a los españoles en los últimos cuatro años, por mucho que algunos se empecinen en negar la mayor y en tender cortinas de humo para disimularlo. Una de esas cortinas no puede ser más triste, lamentable y cutre: el empeño por tapar el 11-M con el 30-D por puros intereses políticos, aunque sería desagradable meterse en comparaciones sobre cifras de muertos o en discusiones sobre culpabilidades en torno a la vigilancia y persecución de uno u otro terrorismos. Otra cortina es la famosa teoría de la conspiración, sepultada en la tierra y con un ex alto cargo del Gobierno anterior incriminado por el presidente del tribunal que juzga el 11-M. Todo el ruido del mundo -y no paran de armarlo- no sería suficiente para tapar las responsabilidades derivadas de la guerra de Irak y de hechos de alguna manera relacionables con ella, como serían los atentados del ll-M. De manera que ya sabemos por dónde hay que dirigir los esfuerzos investigatorios y las exigencias de responsabilidades.
Pedro Calvo Hernando.