MADRID 18 Nov. (OTR/PRESS) -
La política exterior española podrá ser mejorable, que sin duda lo es, pero lo que no puede hacer es inventarse el exterior. El exterior, llámese Guinea Ecuatorial u Oriente Medio, ya está inventado, pésimamente inventado por cierto, y la relación de nuestro país con él sólo puede fundamentarse sobre lo que hay y sobre lo que es. Ahora bien; cuando lo que hay, como en el caso de Guinea, es un filón de petróleo bajo un régimen político execrable, nuestra Cancillería debe hilar muy fino si no quiere transmitir la sensación de que la codicia dineraria y energética nos lleva a alimentar ese régimen ominoso en detrimento del pueblo guineano, que hasta no hace mucho formaba parte, bien que por imposición colonial, del nuestro. Hacer negocios, por buenos y lucrativos que éstos sean, con un reyezuelo cruel y despótico como Obiang, no se compagina con el espíritu que anima al gobierno en el otro gran asunto exterior que, en combinación con Francia e Italia, se trae entre manos, esto es, el plan de paz conjunto para Oriente Medio.
Y no se compagina porque la intención de intervenir sobre la realidad para mejorarla que inspira el plan Zapatero-Chirac-Prodi, intención que nace del deber de los mandatarios políticos de promover la paz, la justicia y el entendimiento siquiera en el radio de su vecindad geográfica, parece ausente de las nuevas relaciones inauguradas con el gobierno guineano, como si en éste caso fuera el Mercado (las petroleras) el que dictara la política exterior de nuestro país. La eficacia de cualquier iniciativa internacional depende de muchos factores, muchos de los cuales son imprevisibles e incontrolables, pero la coherencia en política exterior depende sólo de nuestro gobierno, que luego de haber dado numerosas muestras de idealismo (retirada de las tropas de Irak, propuesta de la Alianza de Civilizaciones, socorro al Líbano...) no puede entregarse al más zafio pragmatismo en su relación con el sátrapa de la ex-colonia. España es una democracia y ello le exige cuidar de su nombre y de su prestigio seleccionando dentro y fuera del país debidamente a sus amistades.
Rafael Torres.