MADRID 5 Dic. (OTR/PRESS) -
A la derecha española, el presidente venezolano Chavez no le hace ninguna gracia, y la izquierda, que sí se la encuentra, lo disimula ferozmente para que no vayan a acusarla de populista, de folclórica, de radical y de connivente con las dictaduras. A la derecha española, que cuando gobernó en tiempos de Aznar tuvo sus devaneos con los golpistas que a punto estuvieron de derrocar al presidente legítimo de la nación hermana, le sulfura la conexión entre ambos expresada democrática, limpia y recurrentemente en las urnas desde 1998, circunstancia a la que no es ajeno el hecho de que los gobiernos de Chavez han duplicado el gasto social en beneficio del pueblo y, particularmente, de los más carenciados. Esos recursos propiedad de la nación que antes acababan en los bolsillos de los magnates y de los políticos corruptos, y que ahora se destinan a educación, a sanidad y a infraestructuras (aunque aquí, en Europa, apenas se informe de ello), han venido siendo, junto al refuerzo de la soberanía del país y a la mayor reivindicación de su dignidad frente al poder imperial de Bush, el mayor aval de su reciente victoria, más neta e incontrovertible que las anteriores.
La derecha española acusa a Chavez, en sintonía con la venezolana, de dictador encubierto y de mono de feria, no dejando pasar la ocasión, por lo demás, de abofetear a Zapatero en la cara del demonizado mestizo. Lo cierto, sin embargo, es que dejando a un lado sus histrionismo, sus bravatas y, su apuramos mucho, su incorrección política, Chavez ha sabido ilusionar a aquellos a los que históricamente se privó de toda esperanza de bienestar, y que componen, según se ha visto en estos últimos comicios, los dos tercios del pueblo venezolano. A la derecha española no le gusta Chavez, y la izquierda, a la que le gusta un poco pero se lo toma como un feo pecado que se debe ocultar, no le comprende demasiado. Sus conciudadanos, en cambio, aprecian y defienden la herramienta, el voto libre, que hoy les permite otorgarle su confianza y mañana, si la traiciona, poder prescindir de él.
Rafael Torres.