MADRID 24 Oct. (OTR/PRESS) -
La pretensión de justificar el latrocinio generalizado en los ayuntamientos por ser el suelo la única propiedad bien cotizada de que disponen contiene, cuando menos, dos elementos perversos: el uno viene a dar por sentado un principio radicalmente falso, que el suelo es suyo, en tanto que el otro viene a consagrar, en consecuencia, la exacción de ese único bien como único modo de obtener más recursos para el pueblo. Respecto a lo primero, cabría recordar a los ayuntamientos, particularmente a aquellos regidos por gente sin escrúpulos ni conciencia, que lo que administran no es sino una parcela del cuerpo físico de toda la nación, cuyas leyes son de rango superior a las normativas locales, y respecto a lo segundo, parece obvio que el mejor modo de obtener riqueza no es quedándose sin ella, por haberla vendido, para siempre jamás.
Muchos municipios de España están dirigidos por hampones, y muchos otros por mastuerzos que venden a sus convecinos la idea, y con éxito en muchos casos, de que se harán ricos destruyendo bosques y humedales, sembrados y nidos de aves en peligro de extinción, para construir sobre esas ruinas chalets adosados y campos de golf. Pero una cosa tienen en común los corruptos y los simplemente idiotas: la impunidad de que ambos han gozado a la hora de convertir España en un erial, en un suburbio, en un nuevo emporio del sector servicios y en un recinto para la más salvaje y antisocial especulación. Tome el Estado en sus manos , ni siquiera las autonomías, las riendas de esta batalla en la que todos los españoles nos lo jugamos todo, el futuro particularmente, y actúe con severidad y determinación el fiscal, el juez y la policía.
Rafael Torres.