Actualizado 11/05/2010 14:00

Rafael Torres.- "Al margen".- El hábito y el monje.

MADRID 11 May. (OTR/PRESS) -

A los dos detenidos en el aeropuerto de Barajas cuando, procedentes de Colombia y disfrazados de comandantes de vuelo, pretendían colar en sus maletines unos kilos de cocaína, se les notaba mucho que no eran pilotos. El uniforme que vestían era impecable, y la gorra, y las insignias de la bocamanga, y la corbata, y hasta el maletín, que era el reglamentario, pero su aura, por no decir su jeta, proclamaba a voces su verdadera condición de correos, y, como es natural, los agentes de servicio en la aduana las oyeron y obraron en consecuencia. Lamentablemente, el mundo está lleno de tipos disfrazados que, pese a revelar su impostura al primer vistazo, se cuelan tranquilamente por todas las aduanas de la vida.

El hábito no hace al monje, pero ¿qué otra cosa le hace? Diríase que al piloto, en tierra (en el aire ya es otra cosa), le hace el uniforme de piloto, pero lo que le hace, en realidad, es ese aire que tienen todos de nómadas de lujo, esa tenue levitación al arrastar su maleta por los vestíbulos de los hoteles y de los aeropuertos, ese cabello prematuramente encanecido y, en fin, cuanto delata en su persona una vida colgada del aire. ¿Y a un juez? ¿Qué hace a un juez? Los apócrifos comandantes detenidos en Barajas, ¿darían el pego ataviados con toga y puñetas? Podrían darlo, ciertamente, de malos jueces, pero lo que hace a un juez verdadero, a un buen juez, es su fervor por la Justicia.

Del mismo modo que hay curas y monjes que cantan su oficio tanto más si visten de paisano, despojados del hábito, los hay que ni embutidos en sus ropas talares, y aun en las litúrgicas, ofrecen el menor aspecto de unción ni de religiosidad. Con los jueces debe de pasar lo mismo; ahí está Garzón, al que vemos casi siempre de civil, pero que se nota a distancia que es un juez. Otros, en cambio, que no se quitan la toga ni la expresión ausente ni para ducharse, jamás podrán convencernos de que son jueces de verdad. La pena es que en las aduanas de la vida no haya agentes tan sagaces como en la terminal de Barajas.

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