Actualizado 21/02/2008 01:00

Rafael Torres.- María, Rosa y Dolors

MADRID, 21 Feb. (OTR/PRESS) -

Pese a que pudiera parecer un poco antiguo, ya que probablemente lo sea, el hecho de que los políticos que han sido hostigados en diversas universidades sean mujeres, añade un plus de bellaquería al suceso. Por una cuestión de fuerza bruta, pues sin desmerecer el vigor físico o la eventual destreza de las víctimas en las artes marciales, parece claro que los niñatos que acometieron a María San Gil, Dolors Nadal y Rosa Díez en la universidades de Santiago, Barcelona y Madrid respectivamente, lo hicieron coberdemente amparados en la desproporción de fuerza, esto es, que si los que acudieron a dar sendas charlas a las dichas sedes académicas hubieran sido tíos con hechuras de armario ropero, los reventadores se lo habrían pensado dos veces, bien que en el caso de que en toda su vida le hayan dado al caletre en tan elevado número de ocasiones.

Ni María San Gil, ni Dolors Nadal, ni Rosa Díez son -políticamente- santo de mi devoción, ni, según percibo y revelan los resultados del apoyo electoral que reciben, de una mayoría de los ciudadanos españoles, mas por eso mismo, porque somos ciudadanos, no sabríamos ni querríamos vivir sin el ejercicio libre, plural y seguro de la ciudadanía, que se fundamenta en el derecho de todos a expresar sus ideas, y, en el caso de los políticos en campaña, a recabar votos con esa su expresión. Cobardes en estado puro, es decir, abusadores acomplejados, los agresores de esas tres ciudadanas en un escenario creado para el conocimiento y la discusión racional, blandieron la coz y el rebuzno intimidatorio para acallar las palabras que, simplemente y en uso de su libertad, podrían, sin más, no haber escuchado.

Por lo demás, esos alborotadores deberían ser severamente reconvenidos por una cuestión, pues la sangre no llegó al río y no es cosa de magnificar el caso y a ellos con otras puniciones: por reputarse de izquierdas. Porque esos tipos de crasa ignorancia y de praxis falangista ni son de izquierda ni podrán serlo nunca, pues les falta el "gen" de democratismo, generosidad, tolerancia y amor por la libertad que se precisa, ineludiblemente, para serlo.

Rafael Torres.