Actualizado 21/11/2006 01:00

Rafael Torres.- ¿Más poder militar?

MADRID, 21 Nov. (OTR/PRESS) -

La preminencia del poder civil sobre el militar, indispensable y básico en una democracia, puede verse amenazada si prospera la Ley de la Carrera Militar, en fase de anteproyecto, que faculta a algunas unidades del Ejército a dar órdenes a los paisanos, a exigirles que se identifiquen y, eventualmente, a detenerles. Bien es verdad que esa ley, que por otra parte introduce mejoras en el seno de las Fuerzas Armadas, se refiere sólo, en principio, a aquellas unidades que, como en el caso de la de Emergencias que se pretende crear o en las de Policía Militar, intervengan en situaciones catastróficas de carácter civil como incendios forestales, inundaciones, rescates o grandes accidentes, pero no es menos cierto que crea un precedente peligroso, pues se concede con ella una autonomía de poder al Ejército absolutamente indeseable.

En cualquier sociedad democrática son los civiles, esto es, los ciudadanos, los que mandan a los militares que han de cumplir con su trabajo en estricta sujeción a la voluntad de aquellos. Invertir esa lógica supone, de una parte, regresar a los tiempos oscuros, tanto tiempo padecidos en nuestro país, del poder de los militares, cuyos mandos, como se sabe, no están sujetos al sagrado principio de la elección, y, de otra, retroceder también en el camino emprendido de ir suprimiendo los vestigios del militarismo en la vida ordinaria. Tal es el caso de la Guardia Civil, que de civil sólo tenía el nombre pues se trataba de un cuerpo militar, y de las continuas demandas desde dentro y fuera del instituto armado para eliminar de ella la condición de castrense que no se compagina con la razón de los tiempos.

No se ve la necesidad de que las fuerzas militares que colaboren con las judiciales y policiales dejen de estar sometidas a su control y a sus órdenes, pues el trato con la ciudadanía requiere un gran conocimiento específico y una legitimidad incontestable. Sí se ve la necesidad, en cambio, de que se siga respetando escrupulosamente la superioridad del poder político y gubernativo sobre el militar.

Rafael Torres.