Actualizado 21/04/2007 02:00

Rafael Torres.- Rajoy en corto

MADRID 21 Abr. (OTR/PRESS) -

Esos programas de televisión que pretenden acercar a los políticos a los ciudadanos, reconociendo implícitamente que pertenecen a dos castas distintas que rara vez se encuentran, consiguen, en efecto demostrar lo lejos que se hallan los unos de los otros. Ocurrió, en la versión española de TVE, con Zapatero hace unas semanas, y volvió a ocurrir el pasado jueves con su antagonista, Rajoy, pero también ocurrió que la otra parte, la del coro ciudadano, demostró estar poco habituada a usar otros cauces de participación política que no sea el de introducir cada cuatro años una papeleta en una urna.

Volvió a exhibir el pueblo, la ciudadanía, la gente en fin, un gran desamparo ante sus pólíticos, y, lo que es peor si cabe en una democracia, un notable desconocimiento del decisivo protagonismo político que emana de su soberanía. No obstante, para ser obejtivos conviene siempre huir, paradójicamente, de la equidistancia, de modo que si se huye de ella habrá que conceder que no actuaron igual Zapatero y Rajoy.

El actual líder de la oposición, que parece serlo también de sus propias aspiraciones de gobierno por su actitud tórpida y contraproducente, acreditó ante las cámaras, por mucho que prescindiera del atril-tribuna e intentara hacerse el simpático, que sólo tiene un registro: el del cinismo demagógico que él cree que es ironía. Poco habituado a lididar, ni a relacionarse, ni a departir siquiera, con personas adversas a su ideología o críticas con ella, estuvo nervioso, descentrado, pidiendo la campana como los boxeadores noqueados o el pitido final como los equipos de fútbol que suspiran porque la cosa se acabe. Rajoy se acercó al respetable, y entonces se vio y lo vió él principalmente, que lo suyo no son las distancias cortas.

Rafael Torres.

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