Actualizado 17/08/2007 02:00

Ramón Pí.- Desde la libertad.- El calvario del tráfico

MADRID 17 Ago. (OTR/PRESS) -

Las cifras de muertos en accidente de tráfico en lo que llevamos de agosto superan las previsiones más pesimistas, son peores que las del año pasado por estas fechas, y todo eso sin contar los heridos graves que posiblemente morirán dentro de unos días o unas semanas como consecuencia de esos accidentes, aunque no figuren en las estadísticas. Esto demuestra que no es sensato establecer una relación entre la limitación de velocidad y el número de accidentes. En otras palabras, que lo único que puede decirse con verdad es que los accidentes de tráfico desaparecerán sólo cuando no haya tráfico. Es una idea para el director general de la cosa, tan lógico él.

De lo dicho cabe extraer algunas enseñanzas. Por ejemplo, que ahora parecería muy lógico ver cómo se inicia una operación extensa e intensa de actuaciones en las carreteras, sobre todo en los puntos negros, para pintar los carriles, mejorar los trazados, los peraltes y la visibilidad, etcétera. Pero ya sabemos que de Fomento cabe esperar lo que puede esperarse de la simpar Maleni, esa flor del arrabal, o sea, nada de nada. También cabría perfeccionar la señalización, pero el simpar Navarro prefiere soltar sermones en los luminosos, instalar radares en las rectas y las bajadas y recaudar. Porque si no estableciera límites de velocidad irracionales, ¿cómo recaudar entonces?

Otra enseñanza, también bastante melancólica, es que ningún Gobierno atenuará este calvario a los conductores, porque todos tienen pánico a la demagogia y es muy fácil echar las culpas de los muertos a un Gobierno que subió los límites de velocidad, aunque ya se sepa que no tengan necesariamente que ver una cosa con otra. Prohibiciones de este tipo tienen la característica de ser difícilmente reversibles. Hace unos años, las autoridades del Estado de Montana suprimieron todos los límites de velocidad en sus carreteras. Los accidentes disminuyeron. Pero el Tribunal Supremo ordenó restablecer los límites porque proceden de leyes federales. O sea, más burocracia.

De una cosa puede estar orgulloso el director general: de que todos los conductores, en cuanto se ponen en la carretera, piensan en él. En él, y de paso en toda su parentela.

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