MADRID 19 Oct. (OTR/PRESS) -
Se siembra lo que se recoge, según el dicho clásico. A los dos años y medio mal contados de Gobierno de Rodríguez Zapatero, la siembra de despropósitos empieza ya a dar fruto, lo que no es, desde luego, una buena noticia para nadie, y no deja de ser chocante que los amigos del Gobierno afeen al Partido Popular que pida cuentas al Ejecutivo de lo que está haciendo, o sea, que ejerza su función de principal partido de la oposición.
La doble sesión parlamentaria de control del miércoles, en Congreso y Senado, se centró en la política de concesiones y gestos a favor de los asesinos de la ETA, que el Gobierno ha emprendido en la esperanza de que el que llama "proceso de paz" siga adelante. Y el Gobierno se ha enfadado como doncella mancillada. El Ejecutivo dice que cuando Aznar excarceló presos de la ETA y los acercó al País Vasco el PSOE no dijo nada, y se extraña de que ahora el PP no haga lo mismo.
Hay una razón que explica esta diferencia: el Gobierno de Aznar nunca transmitió a la ciudadanía la menor impresión de que cedería a las tensiones separatistas ni de la ETA, ni del PNV, ni de Esquerra Republicana o (más encubiertamente) de Convergència i Unió. En cambio, el Gobierno de Rodríguez sí que transmite esta sensación, y lo hace clamorosamente. Ha sembrado un Estatuto de Cataluña que tiene ahora mismo al Tribunal Constitucional con un problemón encima de la mesa, y no tiene por qué extrañarse de que la cosecha sea la que es. Y si a eso se añaden la fotografía ignominiosa de Patxi López sentado con Otegui y congéneres, el cambio súbito de opinión del fiscal que pasa de pedir una condena de noventa años a otra de seis a un terrorista de la ETA ("¿Sabe esto el fiscal general del Estado?", preguntó Otegui cuando lo iban a meter en chirona), o la ruptura del Pacto por las Libertades y contra el terrorismo, por citar algunos ejemplos especialmente llamativos, ¿cabe extrañarse de esta cosecha de ahora?
Ramón Pi.
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