MADRID 5 Feb. (OTR/PRESS) -
Lo confieso: quise ver la gala de los Goya. Era domingo por la noche. No tenía muchas ganas de acostarme pronto, porque el resto de la semana me voy a dormir muy tarde, y pensé: eres un profesional del periodismo, deberias ver la gala de los Goya, aunque sólo fuera un ratito, porque mañana los medios hablarán del asunto, y sería conveniente que no hablases del todo de oídas.
Así que conecté TVE, y apareció un señor vestido de amarillo que me pareció que se suponía que era ingenioso y ocurrente, pero no arrancaba una sonrisa siquiera de un público muy favorable; en ese instante me consideré expulsado de la audiencia y apagué el televisor. Ayer por la mañana, efectivamente, dos colegas me comentaron lo de la gala de los Goya, y uno de ellos me contó que un actor, apellidado Sanjuán, recibió un Goya, agradeció el premio, y cuando ya abandonaba el escenario volvió al podio y añadió: "¡Ah!, y que disuelvan la Conferencia Episcopal".
No sé si ése quería ser un episodio cómico de la noche o si el tal Sanjuán hablaba en serio. En cualquiera de los dos casos me quedé melancólico, porque, por un lado, gracia no tenía ninguna, y dicho en serio arruinaba los últimos vestigios de cualquier pretexto para llamar a eso una fiesta de la cultura.
Luego se sorprenden de que la gente se escape como pueda del cine español.
Ramón Pi.