Actualizado 22/12/2006 01:00

Ramón Pi.- Desde la libertad.- Vandalismo navideño

MADRID, 22 Dic. (OTR/PRESS) -

Ya se sabe que uno de los deportes urbanos de estos tiempos consiste en destrozar el mobiliario público (papeleras, señales de tráfico, bancos -de sentarse-, paradas de autobús, soportes publicitarios...). Se conoce que los gamberros experimentan un placer especial tirando piedras contra su propio tejado, o el de sus papás si son menores de edad, porque la reposición de los daños la acaban pagando los contribuyentes. Pero tampoco hay que pedir a los vándalos tanta capacidad de discernimiento.

Lo que parece una nueva moda de destrozar los belenes instalados en lugares públicos en el período navideño tiene, sin embargo, características especiales. Es una vesania dirigida, con objetivo definido, que más parece propio del atavismo de agredir al enemigo en efigie que de la clásica pulsión destructora de lo que el gamberro encuentra a su paso.

Nos llega la noticia de que, simultáneamente, en la misma noche se produjeron destrozos de belenes públicos en tres de las mayores ciudades canadienses: Ottawa, Toronto y Montreal: imágenes del Niño Jesús y de uno de los Magos robadas, figuras dañadas, iluminaciones destruidas. Si sumamos estos hechos a una multitud de síntomas de muy diversa especie (la profesora que en España tiró a la basura un belén que había hecho una alumna, las broncas para prohibir que se canten villancicos en los colegios, ahora el intento de que en el Colegio de Abogados de Madrid desaparezca todo símbolo religioso, etcétera, etc.), no parece que sea muy temerario sospechar que estamos ante un ataque a la religión en general, y al cristianismo en particular, absolutamente sectario e impropio del más elemental respeto a libertades tan básicas como es la libertad religiosa, consagrada en nuestra Constitución y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Feliz Navidad.

ramon.pi@sistelcom.com