Actualizado 26/02/2010 13:00

Rosa Villacastín.- El Abanico.- A Dios rogando y con el mazo dando.

MADRID 26 Feb. (OTR/PRESS) -

Cuando leí en la revista Diez Minutos que la baronesa Thyssen se había entrevistado con una vidente para intentar arreglar la relación con su hijo Borja no daba crédito. Más como la noticia venía acompañada de unas fotografías en las que se ve a Tita entrando y saliendo del portal donde vive la argentina Salma Nifuri, especialista en leer los posos de café, mis dudas quedaron despejadas al momento y pensé en lo absurdo de la situación que vive una familia que lo tiene todo para ser felices, y que, sin embargo, ha cometido el tremendo error de ventilar sus miserias a la luz del día, con la prensa como espectadores de excepción, o como cómplices en muchos momentos, lo que ha enconado más aún las relaciones entre madre e hijo y entre suegra y nuera, hasta imposibilitar una salida airosa que ponga fin a tanta disputa estéril.

No sé si la vidente logrará recomponer la armonía familiar, pero más fácil hubiera sido que Tita se hubiese entrevistado con su hijo -con todo el poder que le asiste- para hablar con él de lo divino y lo humano, a calzón quitado y sin poner como única condición la ruptura de Borja y Blanca, que no va a conseguir por las bravas, porque si lista es Tita, Blanca no se le queda a la zaga.

Conociendo a la baronesa me temo que no se le ha pasado por la cabeza la posibilidad de negociar una rendición airosa para ambas partes. Ella quiere ganar la guerra, aún a sabiendas de que en esta batalla se está dejando jirones de piel, y muchas cosas más. La piel porque creo que nadie pone en duda lo que quiere a su hijo, lo mucho que ha luchado para que fuera un niño rico, pero también lo mal que lo está haciendo desde que desenterró el hacha de guerra contra Blanca. Sin darse cuenta de que para Borja su mujer es la niña de sus sueños, la que le ha dado un hijo y con la que vive felizmente, incluso ahora que no tiene el paraguas de su madre -o quizá por eso-, y a quien, por cierto, no va a perdonar que le pidiera hacerse las pruebas de paternidad por cuatro veces consecutivas, hasta comprobar que él era el verdadero padre de Sacha. Una humillación pública que Borja no olvidara jamás, y con razón.

No sé quienes son los consejeros de Tita, pero alguien debería hablarle claro y decirla, sin miedo, que con esta actitud se está perdiendo todo por lo que ha luchado, el cariño de su hijo y el crecimiento de su único nieto. Y no sólo eso, está poniendo en juego su prestigio social. Pues hay que recordar lo mucho que le costó a Tita que la sociedad madrileña, la jet society del dinero, le considerara una de las suyas. Y justo cuando todos empezaban a valorar su gestión al frente de la Fundación y el Museo Thyssen, empiezan las peleas entre madre, hijo y nuera, que dejaron al descubierto algunos entresijos que estaban ya olvidados, con el deterioro que eso supone para su imagen, y muchas miserias. De manera que, o la vidente recompone esta familia o sigue el espectáculo. ¿Hasta dónde? Quién lo sabe.

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