Actualizado 23/11/2007 01:00

Rosa Villacastín.- El abanico.- Duques de Lugo, se les rompió el amor

MADRID 23 Nov. (OTR/PRESS) -

Han pasado diez días desde que se confirmó la noticia de la separación de los Duques de Lugo. Diez días de angustia para sus dos hijos que no terminan de comprender la razón por la que no pueden vivir como siempre lo han hecho, junto a sus padres, a los que quieren sin fisuras, independientemente de los títulos nobiliarios o del lugar que su madre ocupe en la sucesión al trono. De ahí el interés de Don Jaime y de Doña Elena por evitar que se conviertan en foco de atención de las medios, por la repercusión que pueda tener en su vida cotidiana y familiar.

Lo cierto es que daba penita verles de la mano de la Infanta a la salida del colegio, al día siguiente de que se hiciera pública la noticia, con cara de sorpresa por la presencia de numerosos fotógrafos, redactores y cámaras de televisión, quienes ansiosos por obtener unas palabras de Doña Elena, no dudaron en preguntarle a gritos por su nueva situación. Una imagen que me temo se va a repetir mil veces y que no van a poder evitar los escoltas que les acompañan en sus idas y venidas.

Sabedora de que un incidente no haría más que agravar la situación, al día siguiente fue Doña Sofía la encargada de recoger a sus nietos. Una imagen que no ha trascendido por el respeto que se a la Reina y porque nadie se hubiera atrevido a preguntarle sobre un asunto tan privado como es la separación de su primogénita. Pero ni la Reina puede ir todos los días a buscar a sus nietos, ni creo que esa situación fuera del agrado de Doña Elena, que intenta por todos los medios dar normalidad a su nueva vida, en su nuevo domicilio. Una casa de dos plantas, en un barrio residencial del centro de Madrid, que le ha decorado Jaime Fierro, el mismo que les alquiló la casa donde tanto Don Jaime como Doña Elena pasaron los mejores años de su vida en común, y también los más difíciles.

Hay quién piensa que una separación no se lleva a cabo si no es porque hay una tercera persona. No me atrevo a hacer pronósticos tratándose de asuntos del corazón, pero creo que en este caso la convivencia ha sido la causa del distanciamiento de la pareja. Simplemente se les rompió el amor. ¿Las razones? Las secuelas de la enfermedad del Duque de Lugo han contribuido mucho a un distanciamiento que se hizo evidente el pasado verano en Palma de Mallorca, por más que Marichalar pensase y sigue pensando que puede reconquistar a su mujer. Conseguirlo no se si lo va a conseguir pero él va a poner de su parte todo lo que esté en su mano. Adora a sus hijos y no quiere vivir alejado de ellos.

El que el duque se haya quedado a vivir en el domicilio familiar, se debe a una decisión de la propia Infanta, a quién nunca le gustó demasiado el ático duplex que compró su marido en pleno barrio de Salamanca, después de años viviendo de alquiler, en el que el Duque había puesto muchas ilusiones porque era el hogar que siempre quiso tener y que compró con la herencia que recibió de una tía, y quizá porque ingenuamente creyó que en esa casa encontraría de nuevo una felicidad que se le escapaba de las manos.

Rosa Villacastín.

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