MADRID 24 Nov. (OTR/PRESS) -
A los dirigentes populares, tan gallitos ellos, que decidieron denunciar al diario El País por los papeles de Bárcenas y a este mismo por contar que les pagó sobresueldos, les ha entrado ahora el miedo en el cuerpo.
No solo han retirado la demanda contra el periódico, ante la evidencia de que los papeles existían, estaban redactados por Bárcenas de su puño y letra y obran en poder del juez Ruz, si no que pretenden que en el juicio contra su ex tesorero éste no declare; no les vaya a suceder como a Cospedal que, en la vista, salió trasquilada y quebrada la estrategia del PP de negarlo todo, sea lo que sea.
La presencia de Bárcenas, perfectamente trajeado, desde la cárcel de Soto del Real, convirtió a la secretaria general del PP en alguien titubeante que, de tan nerviosa, se dio de bruces contra un árbol al acabar de deponer en el juzgado.
En una decisión insólita, los dirigentes del PP pretenden que se condene por difamación a Bárcenas sin darle la oportunidad de defenderse, y que se suprima la comparecencia de determinados testigos y peritos. Como la Inquisición pero en pleno siglo XXI y contra uno de los suyos. ¿Qué sabrán los testigos y peritos, cuando se les quiere alejar de la sala de juicio?
Como basura que se barre y reaparece, el caso Bárcenas/Gürtel persigue al Partido Popular; y cuando creen que ya se ha amortizado, cara a la opinión pública, surge de nuevo con otra revelación convertida en escándalo.
Eso exactamente es lo que ha ocurrido esta semana cuando el juez Ruz ha afirmado, de forma palmaria que, a nivel indiciario, el partido que gobierna España mantuvo una contabilidad paralela al margen del Tribunal de Cuentas. Es decir, la famosa contabilidad B que figura en los papeles de Bárcenas.
Con esa cuenta, entre otras muchas cosas, se pagaron las obras de la sede de Génova 13 y al arquitecto que las realizó, Gonzalo Urquijo. La concordancia, céntimo a céntimo, entre las facturas encontradas por la Policía en el despacho del arquitecto y los pagos reflejados en la contabilidad en negro de Bárcenas desmonta la teoría de Rajoy, defendida con ahínco el 1 de agosto en el Congreso, de que su partido nunca había manejado dinero negro.
El auto de Ruz pilló por sorpresa a los dirigentes populares que el viernes todavía comentaban la respuesta de Rajoy en la entrevista en Radio Nacional, cuando se le preguntó por el caso Bárcenas: se cometen errores pero se aprende. La contabilidad B no es un error, es un delito, como recordó el juez. Así que en el PP optaron por dar la callada por respuesta. Incluso la vicepresidente Sáenz de Santamaría, que tenía comparecencia pública tras el Consejo de Ministros, se negó a comentar el auto. La vicepresidenta ha logrado mantener un silencio tan radical sobre este tema que es a la única a la que no desmentirán los hechos.
En cuanto al resto de sus compañeros, se comprende que no quieran ver a Bárcenas ni siquiera a través de un plasma. ¡Para que se querellarían contra él, que osadía!