MADRID 21 Feb. (OTR/PRESS) -
La información que abre los medios rusos de la semana es una campaña de búsqueda y exterminio que, por una vez, no está dirigida contra los chechenos sino contra otra raza de terroristas, aun más sinuosa. A veinte kilómetros de Moscú hay pollos, pavos y hasta un avestruz - reseña un diario local - que se comportan de forma sospechosa. Hasta ciento cincuenta bichos han fallecido en circunstancias poco claras y otros, en enjambres incalculables, se han propuesto acabar con nuestra civilización. Unos señores vestidos de blanco y escafandra van de casa con jeringas antiveneno y latas de gasolina. Esta vez los rusos han dejado entrar las cámaras y eso resulta mucho más inquietante. No se entiende que la intransparente sociedad putinesca alardee tanto de medios y de vídeos. La primera reacción sensata es sospechar que se trata de una ceremonia de ocultación.
De otro lado del teloncillo de acero, los procedimientos son menos ostentosos. Simplemente no se cuenta nada. La administración de Tony Blair, quien se jubilará próximamente con el palmarés de mejor embustero de Europa, no dice ni pío sobre la trama de pollos que acecha en sus granjas. ¿Habremos oído mal? Hace pocos días se declaraba una infección feísima en una finca de una grandísima empresa de carne de corral, con muchos intereses, mucho supermercado servido, mucho personal que sería dramático dejar sin trabajo. Se declaró que los pollos venían de Hungría, que es ese país donde el primer ministro confesó este año a su partido que todos los datos económicos que había presentado durante meses eran falsos. Pues bien, el tal ministro, la administración británica - a la que no sólo debemos la clarividencia de Tony Blair sino jalones históricos de tanto éxito como las vacas locas - y el siempre fiabilísimo presidente ruso insisten en que la situación está controlada, el peligro circunscrito y las medidas oportunas en marcha.
¿Y si fuera verdad que no hay peligro? Desde luego no consta que ni Acebes ni Alcaraz hayan convocado manifestación alguna de protesta, lo que indica claramente que no pasa nada. Dos elementos tan responsables no hubieran dejado pasar la ocasión de echarle la culpa de la catástrofe al presidente español, que es el único que la tiene. Pero alguien nos está tomando el pelo con la gripe del pollo. El año pasado se vaticinó una pavorosa pandemia. Luego los bichos optaron por no atacar. Ahora los bichos, de nuevo, han vuelto a hacer declaraciones. Inglaterra un día moviliza todo Scotland Yard y, al siguiente, comienza una larga siesta. Es de resaltar que, hasta la fecha, ningún futbolista y ningún cantante pop ha sido contaminado. Las imágenes de los pollos amenazantes pueden equipararse con los vídeos que regularmente distribuye Bin Laden, cuya existencia sigue sin demostrar. Sea como sea, en España no hay peligro. Los pollos están locos pero siguen baratos.
Agustín Jiménez.