Actualizado 03/05/2011 14:00

Andrés Aberasturi.- Del Supremo al Constitucional.

MADRID 3 May. (OTR/PRESS) -

Hay una teoría generalizada en nuestro país que, como casi todas la teorías generalizadas, responde más o menos a una realidad no demostrable científicamente pero si fuertemente instalada gracias a los hechos. Me refiero a la mutua antipatía y hasta ojeriza que se profesan el Tribunal Supremo y el Constitucional. Dicho así puede parecer frívolo y/o drástico cuando estamos -como al parecer estamos- en un estado de derecho, pero es un hecho que sólo se puede negar para ser políticamente correcto.

El por qué de esa mutua desconfianza tiene muchos orígenes que podrían resumirse en dos: el Constitucional, a fuerza de admitir más de lo que realmente hubiera sido deseable, se ha terminado por convertir en un a modo de "tribunal superior" al Supremo el cual tendría que ser la ultima instancia posible salvo para aquellos casos en lo que se dudase razonablemente de la constitucionalidad o no de los procesos o sentencias. No ha sido así y quien pierde en el Supremo recurre, casi de oficio, al Constitucional que no sólo ha llevado la contraria al Supremo en temas importantes sino que, además, se ha permitido acompañar estas discrepancias con pequeñas y hasta medianas regañinas públicas. Como uno no sabe casi nada de leyes, no va a entrar en valorar quién tiene razón, pero si parece justo reconocer la perplejidad del ciudadano antes estos desencuentros de dos instituciones tan fundamentales.

Pues ahora la ve a tocar al Constitucional refrendar o no la sentencia de la Sala 61 del TS que por nueve votos contra seis ha anulado las candidaturas de la coalición llamada Bildu. Y el problema es que la sentencia del Supremo ya nace acompañada por la polémica de esos seis magistrados -y algunos otros expertos nada sospechosos- que ofrecen argumentos sólidos y de peso para disentir de la misma.

Y es que el problema, una vez más, es saber si vamos a setas o a Rólex, es saber si hablamos de política o de leyes. Porque hay cosas que nos pueden parecer muy mal y ser perfectamente legitimas y legales y otras que tal vez nos alegrarían mucho pero que nos pondrían al margen de la Ley, esa cosa interpretable, si, pero nunca maleable por coyunturas políticas concretas. De ahí el escándalo que en su momento provocaron ciertas afirmaciones de algún ex ministro y algún actual fiscal general.

¿Qué puede pasar en el Constitucional? El tiempo lo dirá pero más de uno se teme que, otra vez, enmiende la plana al Supremo.

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