MADRID 19 Dic. (OTR/PRESS) -
Sin perjuicio de que haya declaración de quiebra o no de Air Madrid y el resto de derivadas del escándalo, una conclusión podemos elevar a definitiva después de lo visto estos últimos días, ese espectáculo de los pasajeros abandonados a su suerte. No se diferencia demasiado del que nos ofrece el cayuco de emigrantes abandonados por las "mafias" al ser descubiertos por la Guardia Civil más o menos cerca de la costa. Otro paralelismo que se ha querido establecer es con Afinsa y Forum Filatélico, sobre todo en lo referido a la intervención del Estado en una relación comercial libre. Pero si la primera evocación -pateras de emigrantes que vuelan por rutas convencionales- parece adecuada, no lo es esta segunda.
Lo de Afinsa y Forum Filatélico era una apuesta inversora mientras que lo de Air Madrid es un servicio. La apuesta es incierta pero el servicio hay que prestarlo. En una apuesta te la juegas, en la contratación de un servicio solo cabe el cumplimiento. Los pasajeros de Air Madrid, emigrantes latinoamericanos en su mayoría, contrataban un servicio con una compañía aérea cuya solvencia venía avalada por el Estado, pues ese es el significado de la "licencia": un Certificado de Operador Aéreo que concede el Gobierno a través del Ministerio de Fomento. Por tanto, tiene poco sentido que la ministra del ramo, Magdalena Alvarez, esgrima razones "humanitarias y sociales" para justificar la intervención del Gobierno en las consecuencias de la suspensión de operaciones que unilateralmente decidió la compañía el viernes pasado, cinco minutos antes de que la Dirección de Aviación Civil le comunicara la retirada de la licencia.
El Gobierno ha intervenido, y ha hecho bien, ha dado la cara, ha fletado aviones alternativos, se ha ocupado de los pasajeros, ha implicado a otras compañías, etc., pero porque tenía que hacerlo, porque le tocaba, no porque la intervención se deba a la generosidad de Zapatero o al buen corazón de la ministra, sino a la responsabilidad contraída como poder público desde el momento en el que concedió la licencia a Air Madrid. Todo lo cual no quita ni un gramo de culpabilidad central y verdadera a los directivos de la compañía que, efectivamente, se han comportado como unos vulgares negreros del siglo XXI con licencia para volar. Hasta ahora la logística televisada de estos desaprensivos se reducía a pateras y cayucos. Ahora sabemos que también se pueden utilizar aviones.
Antonio Casado.