MADRID 24 Mar. (OTR/PRESS) -
Insufrible banda sonora de una situación política ceñida a la desesperada búsqueda de ETA como resorte electoral. Esto sirve tanto para el PSOE como para el PP. Si Rodríguez Zapatero sueña con llevar a las urnas su diploma de pacificador de Euskadi, Mariano Rajoy se juega su resto al fracaso de la política antiterrorista del Gobierno.
Es el lamentable cuadro que se despacha y se despachará sin solución de continuidad hasta las próximas elecciones generales. Y lo mejor que nos puede pasar a los españoles es que la convocatoria se produzca cuanto antes. La Legislatura está definitivamente arruinada. Comenzó mal y va camino de terminar peor.
Al pecado original de un 14-M cuyo desenlace electoral estuvo siempre dramáticamente asociado a los atentados de aquel jueves de sangre, se sumaron dos políticas de Estado, la antiterrorista y la territorial, como brechas insalvables entre los dos partidos centrales del sistema. El cruce de las tres cuestiones fue, es y seguirá siendo altamente explosivo en términos de confrontación política. Solo un nuevo dictamen de las urnas, con desalojo de uno de los dos primeros actores de ahora, Zapatero o Rajoy, puede despejar el horizonte hacia una situación política más apacible.
De cualquier modo, es el inapelable reinado de ETA en las agendas de los dos principales partidos lo que condiciona el momento político. Nunca tuvo ETA tan alta capacidad desestabilizadora como la que ahora tiene. Exactamente desde el 30 de diciembre de 2006, que es cuando perpetró el brutal atentado contra la T-4 de Madrid porque, según la propia banda terrorista, el Gobierno no estaba cumpliendo los compromisos adquiridos a cambio del alto el fuego permanente de hace un año.
Desde entonces, la ruptura del diálogo anunciada por Zapatero y su ministro Rubalcaba ha ido dando paso a una creciente desorientación del Gobierno respecto a las intenciones de ETA, mientras el PP aprovechaba cualquier oportunidad de acorralarle al hilo de la supuesta "política de rendición". Lo que empezó siendo muletilla recurrente del presidente de la AVT, Francisco J. Alcaraz, ha acabado siendo doctrina oficial del PP.
El Gobierno de Rodríguez Zapatero tampoco ha desaprovechado ninguna ocasión de darse tiros en el pie ETA. Lo último ha sido el caso De Juana Chaos y, más recientemente, la extraña absolución de Otegui por inhibición acusatoria del fiscal. Los dos episodios han reactivado en la opinión pública el síndrome del piloto borracho. Son alarmantes los indicios de que Moncloa ha perdido el rumbo de su incierto viaje a las guaridas de una banda terrorista. Según Zapatero, el diálogo está roto desde el 30 de diciembre aunque prosigue la toma de temperaturas. Pues los sensores deben estar averiados.
Antonio Casado.