Actualizado 04/12/2012 13:00

Antonio Casado.- Extraña fiesta del PSOE.

MADRID 4 Dic. (OTR/PRESS) -

Ha dicho el expresidente del Gobierno Felipe González que en octubre de 1982, cuando su famosa barrida electoral, el PSOE "no tenía vocación de mayoría pero yo sí". Verdad a medias. En esta misma entrega por el treinta aniversario de su llegada al poder, el propio González declaró que estaba "acojonado". Alusión clara al miedo escénico que sentía el partido, convencido de que tal vez era demasiado pronto para asumir la responsabilidad de gobernar España después del intento de golpe de Estado (23 F) que se había producido hacía algo más de año y medio.

Sin embargo, lo que nos ha quedado en el circuito mediático del acto celebrado el domingo pasado en el Palacio de Congresos de Madrid es ésta aleatoria apelación del exlíder del PSOE a la necesidad de hacer las cosas de modo que el partido recupere su vocación de mayoría. Como si el partido hubiera descubierto de repente el discreto encanto de la marginalidad. O como si sintiera la irrefrenable vocación de partido minoritario.

Me imagino la cara que debió poner el actual secretario general, Pérez Rubalcaba, al escuchar este discurso de su antecesor: "En mi opinión uno de los problemas que tenemos es la falta de una vocación mayoritaria". Con este añadido: "Para lograr la confianza de los ciudadanos es necesario un líder capaz de ofrecer un proyecto creíbles a la mayoría".

¿Estaba sugiriendo que Rubalcaba no es el líder adecuado para dotar al PSOE de esa vocación mayoritaria que el expresidente parece echar de menos? No lo creo porque en la misma tacada se refirió al actual secretario general como "la mejor cabeza del PSOE". Por tanto, hemos de entender que González se enredó en un sofisma. No es lógico que nos invite a deducir que el primero de la clase haya decidido renunciar a la histórica vocación de este partido por conectar con las mayorías sociales. Sería un disparate alojado en la obviedad de Felipe. En vez de decir que el PSOE debe recuperar su aspiración a ser partido de mayorías también pudo haber dicho que la solución es volver a ganar las elecciones. Vaya descubrimiento.

En realidad el acto del domingo, planteado como homenaje personal a González por sus logros a lo largo de más de trece años (saneamiento económico, consolidación de las instituciones y reinserción internacional de España), se acabó convirtiendo en un juego de palabras. Rubalcaba se apuntó con su "Radicalismo reformista", como solución de todos los males.

No olvidemos que estaban presentes medio centenar de ministros y cientos de dirigentes o exdirigentes, cuyos recuerdos se cruzan o colisionan claramente en los hilvanes de la memoria. De modo que González, Rubalcaba y Zapatero no quisieron enredar con sus respectivas recetas para salir del agujero o indagar en las causas del mismo. No hubo autocrítica sobre lo ocurrido ni las propuestas para que no vuelva a ocurrir. Todos se la cogieron con papel de fumar para tener la fiesta en paz.

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