Publicado 23/04/2020 08:01

Antonio Casado.- Los niños, primero

MADRID, 23 Abr. (OTR/PRESS) -

El pleno parlamentario de este miércoles, donde se votó una nueva prórroga del estado de alarma, fue una ocasión para tomar la temperatura a la "fase de diálogo" (Sánchez dixit), llamada a superar la "fase de confrontación", tras el acuerdo de intentar la remada conjunta en una comisión parlamentaria.

Pero la sesión se convirtió en el general reproche de todos los portavoces, excepto los de la coalición (Lastra y Echenique), por los vaivenes en la gestión de la crisis. Con la excusa más reciente: el desconfinamiento parcial de los niños. Nos pilla con cara de tontos a quienes creemos que el mando único se inspira de verdad en los expertos.

Dice Salvador Illa, ministro de Sanidad: "Este es un Gobierno que escucha". Hemos de creerlo. Pero debería escuchar antes de decidir y no después. Así evitaría el permanente recurso a la rectificación como única forma de acertar. Y, probablemente, así hubiéramos doblegado la maldita curva antes de que el ministro se permitiese celebrar, como acaba de hacerlo, que ya hemos alcanzado el pico.

Ahora se nos dice que, sin renunciar a la regla general del confinamiento, con la nueva prórroga del estado de alarma hasta el 10 de mayo vamos a entrar en fase de confinamiento aliviado y asimétrico. Empezando por los niños, para los que el Gobierno ha dictado una especie de libertad vigilada desde el 26 de abril, cerca de casa y durante una hora al día.

En principio solo contempló salidas puntuales y utilitarias de los niños menores de 12 años. Es decir, acompañados por un adulto en sus visitas al supermercado, el banco, el quiosco o la farmacia. Lo cual no eliminaba la sensación de cautividad prolongada a lo largo de cinco largas semanas, lo que suscitó un claro malestar social y político, hasta el punto de juntar a fuerzas tan distintas como PP y ERC.

Afortunadamente, el Gobierno rectificó en el sentido de permitir las salidas de los niños sin otro objeto que el de poder pasearse a cuerpo, como diría Celaya. "Un paseo es un paseo", nos dijo el ministro Illa. Se dio cuenta de la importancia que tiene desde el punto de vista psicológico el hecho de que las medidas de desconfinamiento infantil estuvieran más inspiradas en lo lúdico que en lo utilitario.

Solo la sombra negra del repunte planea sobre la decisión, pues es sabido que los niños son grandes transmisores de la enfermedad. De fondo, el indisimulado riesgo de volver a las andadas, tras la "deshibernación" de actividades productivas no esenciales (construcción e industria, básicamente), que reavivó el dilema sobre vidas humanas y puestos de trabajo como términos de una misma ecuación moral.

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