Actualizado 03/11/2006 01:00

Antonio Jiménez.- Ciutadans al margen de la viga

MADRID 3 Nov. (OTR/PRESS) -

Las urnas catalanas han interpretado a la perfección la metáfora derivada de esa viga suspendida en el aire con los candidatos del oasis sentados, alegres, confiados y ausentes de la realidad cotidiana. La altísima abstención registrada en las elecciones, la segunda más alta de la historia electoral de Cataluña, confirma el descrédito de su clase política. El interés de los ciudadanos por las urnas en las primeras elecciones, hijas del nuevo Estatut y herederas del infausto "tripartito" que ha ocupado la Generalitat durante los últimos tres años, ha sido directamente proporcional al desinterés de sus dirigentes políticos por los verdaderos problemas que preocupan e interesan a los electores. A los candidatos, sin embargo, les da igual; siguen aún suspendidos de la viga, sobrevolando por encima de la melé como si no quisieran contaminarse, y abstraídos del mensaje que los catalanes les han hecho llegar por segunda vez en pocos meses a través de sus gritos silenciosos de abstencionistas. Ni un ápice de autocrítica y ninguna reflexión sobre la escasa participación electoral he escuchado de los contendientes tras el cierre de las urnas. Siguen de francachela y compadreo en la viga del oasis y eso explica, en gran medida, que una pequeña formación política con apenas cuatro meses de vida y sin apoyos mediáticos en Cataluña, haya conseguido colarse en el Parlament sobreponiéndose a la adversidad del anonimato político.

El fenómeno Ciutadans, al que se pretende sobredimensionar y extrapolar a otras partes de España cuya situación política no es comparable con la falta de libertad y la presión que el nacionalismo y el independentismo ejercen en Cataluña, nace y crece en un contexto muy concreto como el descrito y representa el triunfo de la rebeldía y del hartazgo de muchos ciudadanos, críticos con una clase política instalada que vive de espaldas a las demandas de la calle. Los cerca de 90.000 votos conseguidos por Ciutadans, ex votantes en su mayoría del PSC, esperaban a alguien como el joven Albert Rivera que voceara, sin complejos, que hay que luchar por una Cataluña en la que por sentirte español no te llamen facha. Alguien que, como el Suárez de la Transición, cuando ante las Cortes del harakiri franquista dijo aquello de que había que hacer normal lo que a nivel de calle ya lo era, trasladara al Parlament el uso normal del castellano y del catalán que se hace en la calle, en los hogares y en los medios catalanes, sin imposiciones, sin sanciones, sin amenazas. Una bandera, la de la lengua entre otras, que arrió hace tiempo el PSC, mantiene a media asta el PP y necesitaba ser izada de nuevo con bríos e ilusión de combate. Y para eso está Ciutadans.

Antonio Jiménez.

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