MADRID 17 Dic. (OTR/PRESS) -
Barrunto que el presidente del Gobierno no estará muy satisfecho del artículo que el diario estadounidense The New York Times dedica a su política y gestión. Quiso además la casualidad, o no fue tan casual, que la pieza firmada por un tal Renwick Mclean viera la luz justo en víspera del debate a la totalidad de la Ley de la Memoria Histórica, que no contenta a tirios ni a troyanos, y que alumbró titulares en la prensa española muy en sintonía con lo apuntado por el rotativo norteamericano. Antes de que el Times nos comentara que Zapatero empuja a España a posiciones de izquierda que abren profundas divisiones en la sociedad española mientras hace caso omiso de las voces que le sugieren moderación y equilibrio, el sociólogo Ricardo Montoro había advertido ya que la política de Zapatero satisface mas al votante de IU que al moderado del PSOE cuyo desencanto por la política del presidente del Gobierno en temas como el Estatut, la negociación con ETA o la inmigración es patente en las encuestas.
La misma Ley de la Memoria Histórica va a conseguir durante su tramitación parlamentaria mas división y enfrentamiento que acuerdo, revelándose como una iniciativa de la que podía haber prescindido Zapatero con solo remitirse al texto aprobado el 20 de noviembre de 2002 por la Comisión Constitucional del Congreso. Todo el arco parlamentario de la anterior legislatura aceptó, tras refundir cinco proposiciones no de ley de IU y PSOE, el reconocimiento moral de las víctimas del franquismo instando a los poderes públicos a reparar moralmente a las victimas de la Guerra Civil en defensa de la II República. Se aprobó, asimismo, el desarrollo de una política de Estado que reconociera a los exiliados de la contienda civil y procediera a las exhumaciones de fosas comunes. La resolución final también fijaba la devolución de la dignidad a los familiares de los fusilados durante el franquismo y subrayaba la conveniencia de mantener el espíritu de concordia y de reconciliación de la Transición con el fin de evitar la reapertura de viejas heridas o remover los rescoldos de la confrontación civil.
Cabe preguntarse entonces el porqué Zapatero no ha trabajado sobre esta resolución antes que llevar al Parlamento una ley que ha conseguido lo contrario que persigue, al dinamitar, no ya aquel espíritu de la Transición, sino el más reciente que animó en 2002 a todos los partidos del Congreso a mirar al pasado sin ira y revanchismo; es inmoral e injusto que se alcen voces de socios ocasionales del Gobierno en el Congreso reclamándole al Rey que pida perdón a las víctimas del levantamiento militar contra la Republica y no se conmuevan ante las victimas de ETA a la que no le exigen que haga lo propio después de causar cerca de 1.000 muertos. Alguna responsabilidad tendrá Zapatero en esta deriva para que muchos de los que le apoyaron opinen en las encuestas que está gobernando de espaldas a ellos.
Antonio Jiménez.