Actualizado 27/09/2008 02:00

Antonio Pérez Henares.- Desencanto

MADRID 27 Sep. (OTR/PRESS) -

Se llamó desencanto a la desilusión de toda una generación de izquierda, la de los últimos años del franquismo y primeros de la transición, que quemó sus ideales en la hoguera de la política. Las ingenuas expectativas de transformarlo todo chocaron incluso con los propios partidos en los que militaban. Estos se llenaron de "profesionales" y los que no quisieron convertirse en eso optaron por ir desapareciendo.

Hoy nuestra clase política es una casta, con rigurosas fórmulas de aprendizaje y entrada, mucho más uniforme en fondos y filosofía de lo que sus encontronazos y odios sectarios pueden hacer presumir a las gentes de a pie.

Es más, quizás por esa falta real de diferencias en filosofía de sociedad y de vida es por lo que exacerban las peleas entre las siglas, convirtiendo a éstas en trinchera y bandera, y se buscan incluso en las guerras de nuestros antepasados elemento de confrontación visceral y cainita.

La política es hoy cualquier cosa menos la consecución de un ideal, la persecución de una utopía. Quizás nunca lo fue, pero pocas veces pareció tan lejano el sueño. Nos han reducido el sueño a poder optar tan solo al papel de comparsas en sus descarnadas luchas del poder. Desdichadamente ya nadie reivindica el sueño y si parece que retorna la pesadilla. Por que no es otra cosa esa deriva creciente de ver cómo las gentes se distancian y repugnan las unas a las otras por pertenencia a uno u otro bando.

El desencanto de la Transición tenía algo de melancolía, de juventud perdida pero en parte vivida y disfrutada. El desencanto que ahora me invade es muy diferente y mucho más penoso. Si antes era por no haber podido construir, hoy es el temor y la sensación de que nada importa que todo se destruya con tal de que unos se mantengan en el poder u otros logren de nuevo reconquistarlo.

Antonio Pérez Henares.

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