Actualizado 13/07/2007 02:00

Carlos Carnicero.- Garzón, un trabajo agotador

MADRID 13 Jul. (OTR/PRESS) -

Recuerdo a Baltasar Garzón durante la instrucción de la Operación Nécora. Terminaba la década de los ochenta y el juez construyó su primer globo sobre las declaraciones de un testigo protegido que todavía sigue cobrando de los presupuestos generales del Estado. Aquél fue el primer brillo mediático de Garzón porque tuvo en la cárcel durante mucho tiempo a un empresario de prestigio y a un miembro de la jet-set que luego quedaron absueltos en el juicio. La instrucción fue una tragedia y el inicio de una época.

Garzón lleva más de veinte años en la Audiencia Nacional ejerciendo labores de juez instructor sin que se la haya antojado nunca cambiarse de tribunal más que para hacer una incursión en la política. De aquellos días le ha quedado un varapalo de la Justicia europea que ha determinado que toda aquella instrucción que sirvió para meter en la cárcel a sus compañeros de partido fue nula. Radicalmente nula. El magistrado, ni si inmuta. Estrasburgo ha dicho que no hubo las más elementales garantías: era desentido común. Un juez no puede meter en la cárcel a las personas con las que ha tenido problemas.

Ahora es juez de confianza del Gobierno en donde están los compañeros de los que metió en la cárcel, que se han vuelto a fiar de él. Baltasar Garzón es tan hiperactivo que cuando un compañero de la Audiencia Nacional inicia un procedimiento revuelve sus cajones para encontrar algo que tenga que ver con el asunto y reclamarlo: quiere todo lo que tenga repercusiones políticas y su conexión con el Ministerio de Interior en estos momentos es proporcional al enfrentamiento que ha tenido en otras épocas. Ha sido capaz de complicidad con Pedro J. Ramírez, con Felipe González, con Mariano Gómez de Liaño y todo lo contrario, porque la espiral en la que se mueve siempre tiene un efecto boomerang en el que sus conveniencias determinan la dirección de las agujas de la brújula que siempre señala el norte de sus intereses.

No acabo de entender por qué los embajadores cambian de puesto como máximo cada cinco años, los funcionarios de Aduana se rotan y los jueces de la Audiencia Nacional pueden ejercer su virreinato de por vida; son los señores feudales que entienden de todos los asuntos complejos que hay en la Justicia española. Y les interesa tanto el control que se pelean entre ellos por los asuntos más sabrosos. Y aquí, en España, nadie se pregunta por qué le gusta trabajar tanto a Baltasar Garzón.

Carlos Carnicero.

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