Publicado 28/12/2025 08:02

Carmen Tomás.- La super cuesta de enero

MADRID 28 Dic. (OTR/PRESS) -

La cuesta de enero de 2026 amenaza con convertirse en una pendiente que ya no distingue entre meses ni entre clases. El nuevo año llega cargado de subidas de precios que, lejos de ser coyunturales, parecen haberse instalado como norma en la economía doméstica de millones de españoles. Suben las cotizaciones sociales y los impuestos directos e indirectos, mientras las pólizas de seguros de salud se encarecen a un ritmo que empuja a muchas familias a replantearse coberturas básicas. La factura de la luz, pese a las promesas de estabilidad, sigue siendo una ruleta imprevisible. El alquiler continúa tensionado en las grandes ciudades y la compra de una vivienda se ha convertido en un sueño casi inalcanzable para amplias capas de la población. Incluso la cesta de la compra, ese termómetro diario del coste de la vida, confirma semana tras semana que el salario rinde cada vez menos.

El Gobierno, consciente del desgaste social, intenta amortiguar el golpe con rebajas en el precio del transporte, subvenciones para la compra de vehículos eléctricos o subidas de pensiones y sueldos de los funcionarios. Son parches que alivian a algunos, pero que no alteran el fondo del problema, porque ninguna bonificación coyuntural logra ocultar la pérdida continuada de poder adquisitivo ni borrar la sensación de empobrecimiento generalizado A todo ello se suma una corrupción persistente que erosiona la confianza ciudadana, un aumento sostenido de la deuda pública y una narrativa oficial que insiste en que el sistema público de pensiones lo aguanta todo, cuando cada vez más expertos advierten de su fragilidad a medio plazo.

El horizonte económico de 2026 tampoco invita al optimismo. Se prevé una desaceleración del crecimiento y el paro seguirá anclado en tasas de dos dígitos, incapaz de romper una barrera que lastra el futuro del país desde hace años. Mientras tanto, más de dos millones de españoles continuarán necesitando el Ingreso Mínimo Vital para ir tirando; otros tantos no llegarán a fin de mes pese a tener empleo; y cientos de miles de jóvenes seguirán sin poder emanciparse. La vivienda es, quizá, el símbolo más claro del fracaso. Ocho años después, el problema no solo no se ha resuelto, sino que se ha agrandado. Falta oferta, sobran anuncios y la desidia política ha dejado a una generación atrapada entre alquileres imposibles y salarios insuficientes. Así, la super cuesta de enero de 2026 no es un episodio aislado, sino el reflejo de un modelo agotado que normaliza la precariedad y los subsidios para tapar grietas estructurales.

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