MADRID 1 Jun. (OTR/PRESS) -
La flacidez de la vida política es paradigmática y quizás por ello la calma de nuestro Gobierno es, cuando menos, llamativa. Es llamativo que el asunto Taguas haya pasado sin pena ni gloria, cuando el asunto en cuestión afecta a algo que a la izquierda siempre le ha gustado abanderar: ética y estética. Pues bueno, ni ética ni estética, pero nadie ha movido una ceja y nadie se ha preguntado por el apoyo de CiU y nadie ha reclamado al PP haber entrado a saco en algo que realmente ha incomodado a los socialistas, pero que éstos, por aquello de la disciplina o de lo que sea -no se sabe bien- se han conformado con el discurso de la legalidad. No es posible, no debería ser posible, pasar, sin solución de continuidad de la Oficina Económica del Presidente a la dirección de lo que no deja de ser un lobby y no una ONG.
Se puede hablar del agua y decir que, efectivamente, el Gobierno hizo bien en adoptar medidas urgentes para solventar el problema de Barcelona. Se organizó el marasmo de las palabras y el Presidente de Aragón, para tranquilidad de todos, encargó un informe para averiguar si la solución urgente era un trasvase o no. El resultado del informe se sabía antes de su conclusión: la corrección política imponía que no era trasvase y el informe en cuestión dijo que no, que no era trasvase. Como ha llovido, la urgencia ha desaparecido; pero, hete aquí que ahora el Gobierno de Aragón descubre que lo que no era trasvase ahora sí lo es y anuncia su intención de recurrir el decreto de soluciones urgentes. ¿Se acuerdan de la polémica en cuestión? Los debates se han vuelto banales.
Y para calma, la que el Gobierno y sin duda su Presidente exhiben a la hora de afrontar la ¿crisis?, la ¿desaceleración? ¿Cómo llamar al incremento del paro y de la inflación? ¿Cómo llamar al práctico desplome de la compra de vivienda y a la bajada en la venta de automóviles? ¿Que significa que cada día que pasan sean más las familias que no llegan a fin de mes? El Gobierno sostiene que estamos en un periodo de desaceleración más rápido de lo esperado y es muy probable que dentro de un tiempo surja otra denominación de origen, con tal de no llamar crisis a lo que los ciudadanos perciben como tal. Aunque cueste creerlo, nuestro Presidente está tranquilo y confiado.
Nada más estéril que la bronca por la bronca y el griterío inútil. No se trata de eso. Pero da la impresión que la vida política, que el país en su conjunto, pierde pulso, que todo es flácido y fondón, que aquí nunca pasa nada, contagiados todos y todo por el discurso del que "estupendos somos" del Presidente. Cuidado con tanta calma, que los tornados estallan sin previo aviso.
Charo Zarzalejos