Actualizado 08/11/2006 01:00

Fermín Bocos.- Las galletas de Bush

MADRID 8 Nov. (OTR/PRESS) -

El hombre disfruta siendo lobo para el hombre. En Irak, a Caín cada día le salen mejor las cuentas. Cada día mueren cien personas. Y no de cualquier manera: si alguien puede ser secuestrado, vejado, torturado y degollado, lo será. Todo bajeza tiene allí asiento y ningún horror se queda sin ejemplo. Cómo estarán de mal las cosas que hasta Georges Bush parece haberse dado de cuenta de que van mal y admite ciertas analogías con lo ocurrido en Vietnam. En realidad, lo de Irak es peor. Peor porque el valedor del Vietcong y padrino de Hanoi era la Unión Soviética, y, sí en un momento dado, Moscú hubiera mandado parar la matanza se habría detenido; así ocurrió en Korea cuando Washington y Pekín decidieron por lo koreanos en la guerra que enfrentaba al Norte con el Sur. En Irak una salida pactada no es posible por la estremecedora razón de que en Irak no hay un valedor que esté detrás de las abigarradas fuerzas que se enfrentan a los americanos que ocupan el país. Es una crisis sin teléfono rojo. No hay encuentro posible en Paris.

Washington no tiene con quien negociar. En esta guerra, Kissinger esperaría en vano la llegada ¿de quien? ¿De un representante de las partidas de terroristas de Bin Laden? ¿De alguno de los coroneles del ejército de Sadam Hussein que coordinan las acciones de la insurgencia? ¿De los ayatolás de Diwaniya, Samarra o Kervala que, en el mejor de los casos sólo podrían hablar en nombre de las chiítas? ¿De los jefes de las facciones kurdas? El drama añadido de la Guerra de Irak es que más allá del Gobierno fantasma de Bagdad, la diplomacia norteamericana no ha sido capaz de construir nada. Los militares no saben cómo ganar la guerra y los políticos son todavía más torpes porque la codicia del petróleo y los suculentos contratos para aprovisionar a las tropas y reconstruir el país arrasado por los bombardeos les empujó a diseñar el plan de asalto, pero olvidaron la salida; no tuvieron en cuenta que para que los negocios infernales vayan bien, las guerras hay que ganarlas.

El desconocimiento de la historia de los pueblos que componen Irak llevó a los Powell, Rice, Rumsfeld, Wolfowich, Armitage y demás asesores de Bush a prometer un paseo militar. La realidad final ha sido otra: una guerra sucia (como lo son todas, pero ésta más); una guerra en la que el enemigo de los "marines" no tiene rostro pero coloca coches-bomba, secuestra, tortura y mata. Una guerra de todos contra todos porque la ocupación por tropas extranjeras ha hecho aflorar la verdadera naturaleza de Irak como país inventado provocando, además de la lucha contra el invasor, una guerra civil. Irak no tiene arreglo y será una llaga abierta durante una generación, una llaga que habrá generado miles de muertos. Lo curioso de nuestro sistema democrático es que cuando acabe su mandato, Georges Bush volverá a su rancho de Tejas a ver tranquilamente partidos de béisbol por la televisión y a comer galletas saladas. Nadie le pedirá cuentas por esta inmensa tragedia.

Fermín Bocos.

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