Actualizado 03/10/2012 14:00

Fermín Bocos.- No está el país para cumbres.

MADRID 3 Oct. (OTR/PRESS) -

No está el país para cumbres, porque todos están en el: "¿Qué hay de lo mío?" Vista la fecha en la que se ha reunido la Conferencia de Presidentes Autonómicos en el Senado también se confirma que la letra pequeña de la agenda de la política nacional corre por cuenta del Diablo. No podía haberse escogido un día peor visto que amaneció con los periódicos llevando en portada la noticia de la inminente petición de rescate a Bruselas; con el presidente de la "Generalitat" insistiendo en plantear una consulta independentista y, lo que es más doloroso, con la última cifra del paro en los teletipos de la mañana -80.000 parados más en el mes de septiembre; cerca de cinco millones y medio en total-. También ha descendido el número de afiliados que cotizan a la Seguridad Social. Todo, sin contar, claro está, los cien millones de euros que hay que pagar ¡cada día! para cubrir los intereses de la Deuda.

Una tormenta perfecta si caemos en la cuenta de que extender la mano y pedir es el denominador común del discurso de todos los presidentes autonómicos. Los que son del PP y quienes no lo son. Pese a la bronca de Dolores de Cospedal, todos piden más pasta. Piden más tajada del Presupuesto a sabiendas de que las arcas de Hacienda están vacías porque, entre otras razones, resulta que el Gobierno central solo administra ya un dinero equivalente al 4 por ciento del PIB. Menos que la suma anual que tienen a su disposición Cataluña y Andalucía.

La política sirve las excusas con las que se disculpan los malos gestores. Todas la comunidades, salvo Galicia, Navarra y el País Vasco, están entrampadas. Y todos le echan la culpa al que está más arriba porque no tienen el coraje de mirar a su alrededor buscando no los síntomas sino el origen de los males financieros que les aquejan. Ya digo, la peor fecha para una Cumbre. De ahí la sospecha, casi evidencia, de que el Diablo se cuela en la letra pequeña de las agendas de los políticos. El Diablo que, por cierto, existe, según un reciente decir del Papa Ratzinger.

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