Publicado 13/11/2025 08:00

Fernando Jáuregui.- Esto ocurría en un kilómetro, en la ciudad más crispada de Europa

MADRID 13 Nov. (OTR/PRESS) -

Siento tener que decirlo, pero, de entre las muchas cosas que escuchamos este miércoles entre unos y otros de los protagonistas de la actualidad, me quedo con esta: "hemos visto al líder del partido más corrupto de este país hablando de cómo va a acabar con la corrupción de este país".

No, no es de Feijoo, ni de Abascal; fue pronunciada por el portavoz del 'socio' gubernamental Esquerra Republicana de Catalunya, Gabriel Rufián. Y lo peor es que no sé a cuál de los dos líderes posibles se refería el independentista catalán, si a Pedro Sánchez, a quien aún apoya (creo), o a Núñez Feijoo, a quien combate. En todo caso, creo que esta frase resume mucho de lo que hemos contemplado y escuchado en este miércoles casi de penitencia política y en el que tantas cosas ocurrieron.

Si se me permite la autocita, comencé la jornada acudiendo a un acto en el que el protagonista era el 'disidente' (pero vimos que no tanto) de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, que nos mostró una de las Españas posibles, la que él apadrina; al tiempo, por 'control remoto', escuchaba la intervención inicial de Pedro Sánchez en el pleno del Congreso, a trescientos metros de donde Espinosa de los Monteros hablaba. Luego me dirigí a la Cámara Baja para escuchar las restantes intervenciones de quienes se erigen como nuestros representantes. Al tiempo, otros compañeros trataban de seguir las respuestas de la UCO, y luego del fiscal general, en el juicio contra este en el Supremo, a no más de un kilómetro de los otros dos escenarios.

Todo ocurría en un kilómetro cuadrado. Demasiada efervescencia política para una democracia que se quiere sana y, obviamente, no lo está. Madrid es, todo considerado, incluso el pasotismo ciudadano, la capital más crispada de Europa

Allí, en el Congreso de los Diputados, fuimos testigos de más de lo mismo: la eterna batalla dialéctica entre dos hombres que podrían ser la solución de futuro del país si llegasen a ciertos acuerdos imprescindibles, pero que hacen primar el odio mutuo sobre cualquier otra consideración patriótica. Y conste que a cada uno de los dos les atribuyo el porcentaje de culpa que les corresponde, mucho mayor, claro, para el gobernante. Así, el discurso de Rufián, que suele ser el mejor construido -lo digo pese a mis evidentes diferencias ideológicas con Esquerra-, pero que registra el abandono del hemiciclo de más de la mitad de Sus Señorías; las amenazas de Miriam Nogueras ("esta relación se acabó, señor presidente"); la creciente inanidad de la portavocía de Sumar, etcétera.

Más de lo mismo, en suma. Los padres de la patria no acaban de entender que, más allá de sus estrechas fronteras dialécticas, hay un mundo que cambia rápidamente y que tantas veces nos da ejemplo cuando establece controles al poder. ¿Sería posible en otros países esta situación por la que atravesamos (me ahorro la larga enumeración de anomalías), por mucho que el presidente Sánchez presuma de la estabilidad de su Gobierno frente a otros, incluso vecinos? No. Por mucho menos que todo lo enumerado este miércoles en el Congreso, o vivido en el Tribunal Supremo, estos Estados vecinos se han sometido a cuestiones de confianza o han convocado elecciones anticipadas para restablecer una cierta normalidad democrática. Que es, incluso por delante de las cifras macroeconómicas, a lo primero que deben atender los gobernantes de un país.

Tengo, en suma, una sola pregunta, Señoría: ¿creemos que el de este miércoles ha sido un día beneficioso para la democracia española? A ver si Rufián va a tener razón y...

Contador

Contenido patrocinado