MADRID 26 Dic. (OTR/PRESS) -
Dirigir a los españoles el mensaje de Navidad de pie, en lugar de, como siempre, sentado, no supone, a mi juicio y digan lo que digan los comentaristas más o menos oficialistas, una innovación verdaderamente importante en la tradición de esta 'conversación' del Rey con los ciudadanos en la noche más mágica del año. Apelar a la 'convivencia', alertar por el auge de los extremismos y, al fin, defender, lo que tampoco falta nunca, la Constitución, es un contenido digno, pero a mi juicio, insuficiente en tal mensaje. Y, si he de decir la verdad, en la fiesta familiar, treinta y cuatro personas -de acuerdo: doce menores--, solamente cuatro estuvimos pendientes de lo que Felipe Vi tenía que decirnos.
Con ello quiero decir que estos mensajes del Jefe del Estado a los cuarenta y ocho millones de habitantes de España quizá necesiten una cierta renovación. Más contenido, al margen de las buenas, necesarias, palabras y de las advertencias que lo son por cuanto los exégetas del discurso, interpretándolas, las sacan en sus titulares. Porque, al final, ¿quién apoya de manera entusiasta las palabras de Felipe VI? No los partidos que sustentan al del Gobierno, que también mantuvo un inquietante silencio, sin reacciones notables, ante estas palabras. Tampoco Vox, que se sintió sin duda aludido por la inquietud real ante el auge de los populismos y extremismos. No, ciertamente, los partidos nacionalistas, cuyas televisiones ni ofrecieron en directo, como es habitual, la retransmisión del mensaje. Solamente el Partido Popular apoyó de manera clara y hasta entusiasta el mensaje real. Mientras que Sumar y Podemos, ERC y Junts, por ejemplo, se despachaban con muy duras críticas.
¿Significa ello que solamente el PP es quien apoyo al Rey? Obviamente, no. Las encuestas muestran un inequívoco apoyo ciudadano a la figura de Felipe VI, e incluso a la figura de la heredera de la Corona, cuya popularidad, especialmente entre una juventud que no por ello tiene que declararse monárquica, es patente. Pero es cierto, como el propio Rey me dijo un día, que Leonor I, en su caso, no podrá reinar como Felipe VI, de la misma manera que este no ha podido, ni seguramente querido, reinar como Juan Carlos I, una figura lógicamente ausente, por variadas razones, del mensaje real. Y de nuestras fiestas navideñas.
Lo que quiero decir es que tanto en el texto navideño del monarca, siempre muy cuidado por sus asesores, como en todo el planteamiento de la vida política española, en general, están faltando referencias al futuro. A esa España de mediados de siglo en la que casi nada de lo que ahora damos como cierto y perdurable va a permanecer. Quizá, si esas referencias, además de otras más genéricas, proliferasen en el discurso, los jóvenes hijos y sobrinos, y los no tan jóvenes hermanos y cuñados, que poblaron mi cena de Navidad hubiesen estado más atentos al mensaje, y conste que lo digo sabiendo exactamente por qué lo digo. Elmensaje tiene que pensar más, estimo, en nuestra 'generación zeta', y menos en esa clase política irremediable que dice que nos representa.
Por lo demás, es evidente que los redactores del texto, y el propio Rey, que lo supervisa muy atentamente, se cuidan muy mucho de no cometer un solo error en el discurso, aunque, lógicamente, al jefe del Estado nadie le prohíbe palabra alguna ni se le prescribe, que yo sepa, ningún silencio. Y, a veces, esta cautela hace que el mensaje (ojo: siempre, al final, positivo) se quede algo corto. A mí, como periodista, como español socialdemócrata y como monárquico 'crítico' que me defino, me inquieta que solamente el PP muestre entusiasmo, al menos formal, por el texto. Y me inquieta aún más la constatación de que es el 'dejar hacer, dejar pasar' del Gobierno socialista -no de sus coaligados-- el único andamiaje que ahora sostiene la forma del Estado. Sí, creo que hay que cambiar algunas cosas más, pensando en la era de Leonor I, que el hecho de recitar el mensaje navideño de pie y no sentado.