Actualizado 14/09/2007 02:00

Fernando Jáuregui.- Moderados pierden

MADRID 14 Sep. (OTR/PRESS) -

Confieso que ya me alarmó la marcha de Josep Piqué, que seguía a la de Jaume Matas. Reconozco que me extrañó el viaje (sólo de ida) de Francisco Vázquez hacia el Vaticano, templado él en lo suyo, inflamados ellos en lo de ellos. Luego vino el portazo, que no me he acabado de explicar del todo, de José Bono. A Pedro Solbes me parece que no le va demasiado bien en el seno del Gobierno, y no sé si algún otro/a ministro/a poco dado/a a los ardores de una campaña sigue al vicepresidente económico en el escepticismo. Y ahora, lo de Imaz me confirma en el diagnóstico algo pesimista que ya me estaba forjando: no corren buenos tiempos para toda esa gente a la que podríamos considerar como 'de centro'. Radicales ganan, moderados pierden, hagan su juego, señores.

La política española -pero no sólo la española, claro: ahí tienen ustedes a Putin nombrando un primer ministro de los de 'antes'. O a Bush- se mueve desde hace tiempo en unas aguas más bien tempestuosas, y los capitanes de los grandes barcos parecen que aman estas tempestades. La oficialidad que reclama unos mares más calmos es destituída; algunos se van en su chalupa, a otros los tiran por la borda, sin más. Nadie cuenta con la opinión de los pasajeros, desconcertados y mareados.

No crean que me olvido de Cataluña, donde ya hemos visto cómo el lenguaje respecto 'de Madrid' se endurece, y cómo alguien como Duran i Lleida, que reclama discursos más tranquilos y concliadores, que cree en la 'tercera España', o sea, en posiciones que podríamos llamar, 'grosso modo', centristas, tiene que exiliarse a la capital en las horas de la Diada, para no asistir a espectáculos bochornosamente intolerantes. Ya sé que en tiempos en los que se aproximan unas elecciones en las que se juega que una de las dos españas se siente en la poderosa Moncloa el lenguaje se vuelve bronco, las posiciones -también en los medios_se extreman aún más. No solamente el fin político (por ahora, espero) de José Jon Imaz es preocupante: ya lo fueron los casos previos a los que antes me refería. Cada uno de ellos tiene su propio diagnóstico y sus circunstancias específicas, pero hay un factor común: todos trataban de nadar en aguas templadas, en las que se tienden manos a los otros nadadores y se escuchan todas las voces.

Claro que no se trata de ser alarmista (eso sería incidir en los extremismos) pero no me parece la actual la mejor de las situaciones posibles, sino más bien lo contrario. Por supuesto, no contabilizo solamente los casos aislados (ya no tan aislados, si bien se mira) que antes enumeraba: hay una cierta tendencia creciente al vocerío, a la incomprensión mutua, a no atender las razones del contrario. Me temo que solamente los primeros espadas, es decir, Zapatero y Rajoy, que no están entre los más inflamados de sus respectivos partidos y que tienen la influencia bastante como para intentarlo con éxito, pueden crear un marco de diálogo nuevo. Para que, dentro de las lógicas discrepancias -que aquí, oiga, nadie quiere cambiar el juego democrático Gobierno-oposición-, nos evitemos una campaña destructiva, en la que el diálogo y el debate sean sustituídos -otra vez- por el griterío, los disparos de sal gorda, los parlamentos desmedidos.

Una vez más, creo que debemos reclamar un encuentro entre el jefe del Gobierno -que ha aproximado de hecho algunas de sus posiciones a las del PP, especialmente en materia de lucha contra el terrorismo- y el de la oposición -que nos promete alejarse de ciertos 'hooligans' en su propio partido y en algunos medios que se dicen afines. Para que pacten las reglas del juego ante este semestre que va a abrir las puertas de un futuro que, inevitablemente y por muchos conceptos, va a ser nuevo. Quizá, ni más ni menos, esa segunda transición de la que tanto se habla y que me parece que empieza a ser necesaria.

Fernando Jáuregui

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