Publicado 09/02/2023 08:02

Fernando Jáuregui.- Lo que de verdad debería importar

MADRID, 9 Feb. (OTR/PRESS) -

Contemplo con el viejo estupor, aunque ya estemos curados de espanto, la sesión de control parlamentario al Gobierno de este miércoles. Las viejas preguntas y las viejas respuestas, centradas siempre sobre lo coyuntural: el follón que han montado los (aún) socios de Gobierno con la ley del 'solo sí es sí', la que nos viene encima con la ley trans o con la de bienestar animal -que esa es otra-. Cuestiones que, contra lo que pueda creer la ministra de Justicia, Pilar Llop, no son precisamente de las que más se habla en el metro o en los trenes de cercanías. Acepto, sí, que la ley contra la violencia de género ha tenido, y tiene, impacto sobre una ciudadanía que no entiende gran cosa, cómo entenderlo, de la controversia entre PSOE y Podemos al respecto. Sin embargo, yo creo que la gente de la calle, como usted o como yo, anda en temas más apremiantes. Quien sea capaz de convencer a los electores de que puede resolverlos ganaría, sin duda, las elecciones. Y no hablo de la inflación precisamente.

Por ejemplo, las colas ante el Banco de España para hacerse con las letras del Tesoro; son miles de personas, descontentas con el trato que les dan los bancos, y quieren información y diligencia, pero la web del Tesoro ha estado colapsada y a nadie parece haberle preocupado gran cosa esta carencia. Lo mismo, por otro lado, que se experimenta, la desesperación ante un Internet poco comprensivo y ante unos teléfonos de información sordos y mudos, cuando te diriges a resolver algún trámite en la Seguridad Social, en Hacienda, en tantos ministerios e instituciones. Existen demasiados apartados en los que España no funciona: la opacidad reinante parece haberse trasladado también a los departamentos teóricamente encargados de facilitar la información oficial y de hacer más sencillos los trámites para todos.

Y, así, el concepto de la 'chapuza nacional' se extiende. No hablo solo de la 'ley del sí es sí' o de otras leyes en trámite, ni de los trenes que no caben en los túneles, ni de cómo manipulan el ya casi olvidado (doce años varado) recurso sobre la ley del aborto en el Tribunal Constitucional, donde parece empezar a anidar el caos. Es ya un clamor que hay que reorganizar cosas urgentemente en el Ejecutivo, en el Legislativo, en el Judicial, pactar ciertas reformas de calado en la Constitución y acordar entre los partidos varios de esos temas que afectan a nuestras vidas y sobre los que han abierto precipitadamente cajones que ahora no saben cómo cerrarlos: trabajo y salarios, familia, vivienda, educación, fiscalidad, violencia de género, sanidad, igualdad de sexos, eutanasia, el ya citado aborto, ley de secretos oficiales...

Son todos temas que reclaman un pacto nacional que supere la vieja maldición de las dos Españas. Que exigen gobernar de otro modo, como en la mayor parte de esos países europeos en los que resulta normal, y hasta legalmente obligado, que el presidente del Gobierno reciba al líder de la oposición, una asignatura incomprensiblemente pendiente en España. Son cuestiones mayores, de enorme calado, que quedan diluidas en esas broncas sesiones de control parlamentario en las que la confrontación es la tónica dominante y las acusaciones 'fake' o de sal gorda son moneda corriente, sin que nunca se aporte una idea nueva. Y la 'intelligentsia' del país, entretanto, pendiente de los pezones de una ministra, manda narices.

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