MADRID 1 Jun. (OTR/PRESS) -
El Gobierno estudia incluir a otras religiones como mormones, testigos de Jehová o budistas en la próxima Declaración de la Renta junto a las casillas de la Iglesia Católica y las ONGs, que uno puede marcar para destinar el 0,5 por ciento de sus impuestos. Las dos primeras acaban de ser reconocidas como nuevas creencias de "notorio arraigo", como ya lo son los judíos, aunque uno no tiene claro cómo se mide eso y para qué sirve. Y en la lista de espera están otras confesiones evangélicas, islámicas, etc. El contribuyente puede encontrarse con un mar de siglas. Además, puede ser un primer paso para que desaparezca la casilla de la Iglesia Católica, se sustituya por un genérico y luego el reparto se haga por decisión administrativa negociada o no con todas las religiones. ¡Qué peligro!
Está clara la aportación que la Iglesia Católica realiza en actividad asistencial, solidaria, de conservación de un inmenso patrimonio cultural, de apoyo a los desheredados, etc. Su implantación es muy amplia y la mayoría de los padres siguen pidiendo todos los años, por ejemplo, que sus hijos reciban enseñanza religiosa tanto en los centros públicos como en los concertados. El arraigo de las demás religiones, aunque sea creciente, es infinitamente menor. En todo caso, puesto que estamos en tiempos de rellenar el impreso del IRPF, recomiendo a todos, católicos o no, que pongan la cruz en las casillas de la Iglesia y de las ONGs. En ambas. Eso no significa que nadie pague más, sólo obliga al Estado a destinar ese mínimo 0,5 de nuestros impuestos a las actividades que una y otras desarrollan. Y sin eso, ni una ni otras podrían desarrollar su labor.
Ese 0,5 por ciento suyo para la Iglesia Católica irá a los más de dos centenares de hospitales y ambulatorios que cada año atienden gratis a cerca de millón y medio de personas; a cerca de mil orfanatos y 365 centros de educación especial con más de 60.000 menores; a 876 casas que dan acogida a 57.000 ancianos, enfermos crónicos y discapacitados; a quienes atienden a presos, enfermos de SIDA, inmigrantes, toxicómanos, a los que nadie quiere ver, a los que hemos convertido en invisibles; a los albergues y otros centros que recogen y dan de comer a los desheredados; a los miles de curas que atienden a millones de personas en pueblos perdidos, y no sólo en el aspecto religioso, sino en el social, y que perciben un salario mínimo; a las organizaciones como Cáritas o Manos Unidas, un lujo de la sociedad, o a otras ONGs católicas que están con los más desfavorecidos; a los misioneros que se niegan a abandonar los lugares de conflicto en el tercer mundo aunque su vida peligre. A mantener los centros educativos católicos por los que el Estado paga la mitad de lo que aporta por cada puesto escolar en un centro público. Todos tienen nombre. Por todos ellos, yo marcaré primero la casilla de la Iglesia y luego la de las ONGs. ¿Usted va a a mirar para otro lado?
Francisco Muro de Iscar.
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