MADRID 21 May. (OTR/PRESS) -
¿Qué pasaría si las elecciones se jugaran en una competición de 38 partidos, en enfrentamientos dobles de todos contra todos como sucede con la Liga de fútbol? En la competición deportiva, gana, casi siempre el mejor, y algunas veces el que menos fallos comete, el más regular, el que siempre da la cara. Juegan los pequeños y los grandes, casi de igual a igual, aunque los recursos sean diferentes. Todos tienen las mismas reglas del juego, el mismo tiempo, las mismas oportunidades, un árbitro generalmente imparcial... En esta campaña política, como en otras anteriores, uno parece comprobar que la Liga de Fútbol profesional es mucho más rigurosa, más seria que la campaña en la que los ciudadanos nos jugamos que alguien nos gobierne con un poder casi absoluto durante cuatro años y que lo que haga sea muy difícil de cambiar en el futuro o tenga consecuencias fundamentales para nuestra vida y nuestra libertad. No es posible sacar tarjeta amarilla a un jugador y, mucho menos, la roja. Y sobran motivos. En la Liga de fútbol, el que gana, gana y el segundo o el tercero no pueden sumar sus puntos para alcanzar el trofeo. En política, sí; aunque los electores se hayan decidido mayoritariamente por un partido, pueden gobernar otros, incluso con acuerdos a cuatro o cinco bandas. Tenemos la sensación de que no hay competencia o rivalidad, sino, simplemente, interés en acabar con el contrario.
He podido observar esta semana la campaña desde distintas ciudades españolas. Lo primero que se ve es que ésta es una campaña sin los ciudadanos y no sé si para los ciudadanos. Sólo con la televisión y unos cuantos mítines o fiestas con los convencidos... para salir en televisión. No hay ningún apasionamiento social por los programas -¿hay programas?-, por los candidatos o por las ideas. Hay otro protagonista indudable: los medios de comunicación. En Valencia, por ejemplo, los periódicos parecen más 'candidatos' que los propios candidatos, más agentes electorales que los propios partidos, más militantes que los propios militantes. La campaña, que parece tener favoritos indiscutibles -Valencia es hoy un lujo de ciudad y una fiesta, no sólo por la Copa América- se juega más en las portadas de los periódicos, a golpe de escándalo electoral que en las calles o en los mítines. Todos los ciudadanos extranjeros que nos visitan estos días se pueden volver a su país sin tener ni idea de que estamos ante unas elecciones muy importantes para la vida diaria de los ciudadanos. Los ciudadanos están desmovilizados y los políticos harían bien en preguntarse la razón. Iremos a votar, para mí es una obligación ciudadana, pero lo haremos con un entusiasmo descriptible.
La actriz Kristin Scott Thomas afirma que "el actor de cine asume que será manipulado". Yo me niego a admitir que como ciudadano voy a ser manipulado. Necesitamos políticos que cuenten con la sociedad civil, que la empujen, que la dejen sacar su voz. Este país es capaz de crear, de tener empresas líderes en el mundo, de desarrollar proyectos espectaculares... ¿Por qué no vamos a ser capaces de tener una política y unos políticos competitivos y que busquen la excelencia?
Francisco Muro de Iscar