MADRID 8 Nov. (OTR/PRESS) -
El consejero de Rupert Murdoch, escritor, polifacético hombre de negocios y otrora presidente del Gobierno de España, insiste dos años después en su convicción de que quienes idearon el 11M no están en desiertos remotos ni en montañas lejanas. En el fondo tiene razón: quienes idearon la mayor matanza terrorista de nuestra historia están enterrados o en la cárcel. Pero Aznar no va por ahí. Quien hipotecó su credibilidad dándonos la palabra de que en Irak había armas de destrucción masiva, decide ahora mantener viva la llama de la teoría de la conspiración, en contra de la verdad judicial, sin aportar un solo dato que avale su tesis. Él no lo necesita.
Aprovecha Aznar la ocasión que le brinda la promoción de su nuevo libro para seguir sembrando cizaña sobre el asunto y para poner en tela de juicio la idoneidad del actual presidente de Gobierno de quien ha dicho que "no reúne las condiciones necesarias para serlo". Un pensamiento que debe hacer extensivo a quien señaló como sucesor en su propio partido. Porque si la falta de respeto institucional por Zapatero está más que acreditada a estas alturas, el desprecio por la autoridad de Rajoy comienza a ser más que evidente. Y cuando éste pretende corregir el rumbo que ha mantenido el PP respecto a la teoría de la conspiración, intentando desmarcarse sin que se noten mucho las vergüenzas, Aznar no se siente concernido ni obligado a seguir la pauta.
Sorprende que la dirección del PP no perciba la jugada. Y si la percibe, sorprende que no tenga la valentía ni la autoridad suficientes como para llamar al orden al díscolo Aznar. Por lo menos, con la misma severidad que ha aplicado a los dos diputados que el pasado fin de semana manifestaron la necesidad de ir soltando lastre y mirar definitivamente al futuro. O con la misma contundencia que Acebes aplicó a Josep Piqué cuando advirtió en su día de los riesgos que corría el PP si permanecía en el fango de la teoría de la conspiración.
Que Aznar rezuma rencor, resentimiento y rabia ya se sabía. Lo ha ido pregonando en estos últimos años por los cuatro puntos cardinales del planeta. Ahora sólo falta saber si Rajoy va a permitir que su transpiración acabe empapándolo definitivamente.
Isaías Lafuente