MADRID 5 Abr. (OTR/PRESS) -
Quizá el juez José Castro haya hecho un doble favor a la Casa del Rey. Tras la imputación de la infanta Cristina, en La Zarzuela dudaron. En un primer momento dijeron que no comentaban las decisiones judiciales para, horas después, expresar que "mostraban su conformidad" con el auto de imputación aunque mostrando su sorpresa por el cambio de criterio del juez instructor. Es lo que tienen los jueces instructores, que van modificando sus criterios conforme va avanzando la investigación y apareciendo nuevas pruebas. Se entiende la zozobra que debe sentir el rey ante el escándalo, pero ninguna sorpresa será mayor que la que se han llevado con ese yerno que les parecía encantador el día de la petición de mano y les ha salido rana o la que se han llevado todos los españoles al ver cómo la corrupción ha acabado tocando los arrabales de la primera institución del Estado, con la complicidad de cargos políticos, algunos aún no imputados, que dieron ríos de dinero público al Instituto Noos sencillamente por ser vos quien sois.
Todo es interpretable, pero creo que la imputación de la infanta la contemplaba el juez hace meses y la ha aplazado hasta el último minuto del proceso precisamente para evitar a la hija del rey unos cuantos meses de calvario judicial. Ahí está el primer favor. Lo sorprendente no es lo que hizo el juez el miércoles, lo extraordinario es que Cristina, no como consorte sino como miembro del consejo rector de Noos y copropietaria de la empresa que facturaba en su nombre no fuese llamada para responder unas cuantas preguntas y, en su caso, dejar sentada su inocencia o ser juzgada por sus responsabilidades, ya sean por acción o por omisión.
El escándalo Urdangarín dejará cicatriz en la monarquía. Pero ésta sería aún mayor si se concluyese el proceso con la sombra de que una justicia súbdito no se hubiera atrevido a llamar a una infanta de España en virtud de una pleitesía de otros tiempos, contraria a los usos democráticos actuales y a la propia proclamación del rey en su discurso de Nochebuena de hace dos años de que "la ley es igual para todos". Ese es el otro favor que ha hecho el juez Castro no solo a la monarquía sino a la democracia. Si la infanta es inocente, es preferible que eso quede demostrado frente a un tribunal. Y lo mejor, aunque se entienda doloroso, sería no intentar evitar a toda costa ese camino. Como ha dicho hoy el príncipe Felipe ante los jueces: "la justicia es trascendental en los momentos complejos, que exigen a todos afrontar retos y desafíos con valentía". Pues eso.