MADRID 16 Dic. (OTR/PRESS) -
La economía no es una ciencia exacta, por lo que no es posible presupuestar con precisión ni, menos todavía, determinar variables tan complejas como la evolución del desempleo, la inflación o los tipos de interés. Sobre todo ahora con la globalización, una era en la que los factores externos, bajo control de terceros, a veces pesan más que los domésticos. Otra cosa es que, a posteriori, los economistas sepan explicar todo con sumo detalle, lo cual sirve no sólo para hacer alguna gracia a su cuenta, sino también para tener más referentes de cara a nuevas situaciones.
La política es un factor más de los que inciden en la macroeconomía, de modo que muchas decisiones del sector privado están sujetas a medidas gubernamentales o de los parlamentos, empezando por los presupuestos generales. Además, la política crea a menudo las expectativas empresariales, que en economía suelen ser determinantes.
En los países estables, como los que están en el euro, han quedado fuera del alcance de los políticos algunas medidas tan importantes como la fijación de los tipos de interés. La verdad es que no deja de ser una suerte. Y máxime cuando vienen las elecciones y los partidos y sus dirigentes intensifican los disparates. Es verdad que sobre la economía española planean amenazas, dentro y fuera del país, pero de ahí al catastrofismo que señalan Acebes o Zaplana media la verdad un largo trecho. Superior incluso al que separa la ingenuidad de Zapatero del realismo de Pedro Solbes, quien en su entrevista de ayer en 'El País' ha vuelto a dar una lección magistral de economía y de política.
José Luis Gómez