MADRID 18 Sep. (OTR/PRESS) -
A Zapatero, como al Madrid, no sólo se le pide que gane, sino que juegue bonito y bien, y de ahí ese cierto desencanto al verle obsesionado exclusivamente, como Fabio Capello, por ganar, sin importarle un ardite los medios empleados para hacerlo. Quienes suponían en Zapatero una ética y una estética política superiores, se afligen al verle ofertando sin tasa ni juicio toda clase de regalías, y más cuando esas regalías conculcan los principios sobre los que prometió gobernar. Así, por ejemplo, la noticia, o bulo, o rumor, o globo sonda, de que el gobierno va a ayudar a pagar las hipotecas rampantes a la gente en apuros, hace tambalear la fe del zapaterista más incondicional, pues en vez de combatir el endeudamiento, el préstamo y la moderna usura, el presidente apuntala y consagra todo eso constituyendo al Gobierno en una especie de responsable subsidiario, de avalista, de prestamista también, para que los bancos, eso sí, no sufran un sólo rasguño en su cuenta de beneficios. En vez de la de laborar fieramente, en fin, porque ningún español tenga que endeudarse e hipotecar su vida por disfrutar del derecho constitucional a una vivienda, la oferta consiste en prestar más al que está a punto de ahogarse en el mar de las deudas.
Otro ejemplo: lo de la atención bucodental gratuita a los niños entre 7 y 15 años. ¿Y a los de 6? ¿Y a los de 16? ¿Y a los españoles de cualquier edad que, pese a pagar a precio de oro la seguridad social, son sableados inmisericordemente por los dentistas porque la boca no guarda, según el Estado, relación alguna con la salud? Sería una pena, desde luego, que quien se ganó la voluntad del electorado con su idealismo y su reto a la conquista de la utopía, o sea, de la justicia social, continúe con esta deriva tan pedestre.
Rafael Torres.