MADRID 3 Abr. (OTR/PRESS) -
Desde el Viernes de Dolores hasta la medianoche del Domingo de Ramos, primera oleada de desplazamientos vacacionales de la Semana Santa, hubo 34 muertos y 30 heridos graves, cifras superiores a las registradas el año pasado en esas mismas fechas, cuando no existían ni el carné por puntos ni la invasión de radares de ahora. A la vista de estos datos, algún ingenuo podría pensar que las autoridades reflexionarían sobre su política, incluso hasta el extremo de revisarla en aspectos singularmente agresivos, como la persecución paranoica de los excesos de velocidad en tramos de doble vía y buena visibilidad, por poner un ejemplo escandalosamente recaudatorio.
Pero no debemos hacernos ilusiones. Los Gobiernos intervencionistas, aquí y fuera de aquí, se caracterizan por emprender políticas erróneas que, cuando fallan, se intensifican. Se meten en nuestras vidas a saco, y pretenden que además les demos las gracias. Hacen discursos falsamente morales, que siempre se traducen en pérdida efectiva de capacidad de decisión de los ciudadanos (es decir, de pérdida concreta de libertad), y en pérdida de dinero, sea en forma de impuestos, de tasas o de multas. Y cuando no funciona nada de esto, como acaba de ocurrir ahora, la tendencia es ahondar en el error y ponerse aún más plúmbeos con los discursitos de moralina.
El carné por puntos continuará, los radares en sitios absurdos -pero rentables- continuarán, y (no sé si es lo peor de todo) los sermones laicos estúpidos continuarán. Estamos rodeados, porque tengo serias dudas de que, si el Gobierno cambiase de signo en las próximas elecciones, se vayan a cambiar estas cosas. Yo votaría sin dudar a un candidato que propusiera medidas concretas, con plazos concretos, que devolvieran a la gente sus libertades concretas y, sobre todo, su dinero. ¿Existirá alguien así?
Ramón Pi