Victoria Lafora.- Miedo en el aula

MADRID 9 Nov. (OTR/PRESS) -

La imagen de un maestro castigando los nudillos de un alumno con la regleta, felizmente desaparecida, ha dado paso, por esa ley del péndulo en la que nos movemos los humanos, a la fotografía de un docente atemorizado por los adolescentes a los que intenta educar. Los maestros de Cataluña salieron ayer a la calle hartos de soportar vejaciones, insultos e incluso alguna agresión física de unos chicos a los que tendrían que desbravar sus papás y no delegar esa difícil tarea en la escuela.

Y es que la situación de violencia en las escuelas es muy grave pero poco podrá hacer la Administración o los docentes si no consiguen implicar a los padres en la educación de sus hijos; si no se convencen los progenitores que el inculcarles valores como el respeto a los demás, la no violencia, el rechazo al sexismo, a la xenofobia etc., se aprenden en casa y que el ejemplo es un magnífico sistema pedagógico. Porque puede ocurrir que el acoso a los maestros siga la misma deriva que el maltrato a las mujeres, se empezó pensando que eran casos aislados y ahora es una plaga que debería llenarnos de vergüenza. Hay que cortar y de forma radical con el malestar de los enseñantes o la sociedad se encontrará con que nadie quiere asumir ese ingrato papel. Nadie va a querer acudir a las aulas protegido con casco.

Lo primero que convendría trasmitir es el respeto a su papel social, el que una sociedad sin docentes se encamina a la barbarie y que la autoridad en el aula no está reñida con la democracia ya que esa es una de las normas que deben aprender cuanto antes los menores, unos menores que necesitan que alguien les marque unos limites para enseñarles a convivir como ciudadanos libres y con criterio. Quizá para esta tarea haría falta que los padres les dedicaran ese tiempo que ahora escatiman y que no fueran la televisión y los videojuegos los tutores de su niñez. Ya que sin padres ni maestros algunos de ellos se están convirtiendo en auténticos matones.

Victoria Lafora.