GUADALAJARA 16 Ene. (EUROPA PRESS) -
El responsable de Migraciones de la Conferencia Episcopal y obispo de la diócesis Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, ha asegurado que "si hemos de acoger, acompañar y ayudar al forastero, al inmigrante, al refugiado, muy especialmente a los menores, cuánto más un cristiano, que ha de ver en el extranjero siempre al mismo Cristo y actuar desde el mandato del señor que nos dice: Fui extranjero y me acogisteis".
Así lo asegura en su carta pastoral, con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado que se celebra este domingo recogida por Europa Press. En ella, el obispo de Sigüenza-Guadalajara afirma que mañana es "un día dedicado a orar de modo especial por los emigrantes y refugiados, a sensibilizarnos todos, de modo especial los cristianos, de nuestra obligación y de nuestro compromiso frente a los hermanos emigrantes y refugiados".
"Es un día para urgir la puesta en práctica de los medios y medidas para que las personas afectadas por este fenómeno de la movilidad humana sean respetados en su dignidad y garantizados sus derechos", dijo.
Monseñor Sánchez, que quiso centrase en los emigrantes y refugiados menores de edad, que en España podrían ser más de 803.000, aproximadamente el 17% del total de extranjeros, incidió en que "en la emigración, los menores de edad y las mujeres suelen llevar la peor parte. Muchos de los menores están sin familia y en grave riesgo de ser víctimas de abusos, explotación y abandono".
Según el responsable de Migraciones de la Conferencia Episcopal, "el menor tiene derecho a vivir en familia, recibir una educación adecuada a su edad, tener la referencia de modelos de vida en los adultos, recibir los servicios religiosos correspondientes a su fe y a sus convicciones, adquirir la formación, calificación o destreza que le capaciten para abrirse camino en la vida, formar una familia e integrarse en la sociedad con todos los derechos y obligaciones".
"Una equivocada actitud de rechazo, xenofobia, desprecio o menosprecio del inmigrante o del refugiado o la desatención del menor pueden tener, a la corta o a la larga, efectos negativos para la convivencia pacífica, la integración armónica, la colaboración, la paz y el bien común" alertó el obispo de Sigüenza-Guadalajara.
"El inmigrante y el refugiado traen consigo los bienes, riquezas y posibilidades de su persona, de su cultura de su religión. De nuestra acertada acogida y acompañamiento -en nuestras familias, en la escuela, en la Iglesia, en el tiempo libre- dependerá en buena parte que, más tarde o más pronto, todos, la sociedad y la Iglesia, nos beneficiemos de ello" concluyó Sánchez.