Por Miriam San Martín
Cuentan que la estación de St. Anton am Arlberg es una "leyenda en sí misma" y está considerada la cuna del esquí alpino. Cientos de miles de aficionados al deporte blanco sucumben cada año a la fascinación por este enclave del Tirol austriaco. Con más de un siglo de historia, este resort acoge cada temporada a más de un millón de personas llegadas de todo el mundo.
Además de celebrar decenas de eventos y competiciones cada año, entre las que destaca el campeonato mundial de 2001, St. Anton se caracteriza por poseer una de las ofertas gastronómicas y de ocio más importantes de Europa, motivo que anima a una gran parte de sus visitantes, tanto familias como jóvenes, a escoger este destino en sus vacaciones.
La historia de este lugar se remonta a finales del siglo XIX. En 1884 un ingeniero noruego se colocó en los pies dos planchas de madera y se deslizó hasta el túnel en el que estaba trabajando. Poco después, en 1901, se creó el primer club de esquí, donde se formaron numerosos medallistas olímpicos y más tarde, en 1921, nació la primera escuela en el mundo de este deporte.
En 1937 se comenzó a construir uno de los primeros teleféricos de los Alpes, permitiendo por primera vez a 210 personas acceder al corazón de la estación cada hora. Hoy este número supera las 120.000 personas gracias a las continuas mejoras llevadas a cabo en las últimas décadas, lo que la ha convertido en una de las estaciones más modernas y mejor equipadas del continente.
La celebración de los mundiales de 2001 en esta localidad, que dio a conocer finalmente a St. Anton al resto del mundo, supuso la modernización permanente de sus instalaciones, que cuentan actualmente con 79 remontes. Un empujón definitivo en su estructura con el que se puso de manifiesto la cultura cosmopolita de esta región vacacional.
El resort está formado por ocho poblaciones, unidas la mayoría a través de pistas de esquí o un mínimo trayecto por carretera. St. Anton, St. Christoph, Zürs, Lech, Stuben, Oberlech, Zug y Klösterie cuentan en total con 280 kilómetros de pistas y 180 kilómetros de recorridos fuera de pista, en altitudes que alcanzan los 2.800 metros, coronados por el impresionante pico Valluga.
Los paisajes que se divisan desde las cotas más altas de estas montañas son un marco incomparable, aunque no hace falta ascender a los picos para disfrutar de un entorno de gran belleza. Cada uno de los pueblos que conforman esta estación es un gran ejemplo de la arquitectura tradicional alpina y conserva el encanto con el que fue concebido, por lo que un día soleado puede convertirse en un viaje en el tiempo.
PARAÍSO DEL 'APRÈS SKI'.
Lo más de 60 días soleados de media al año son una clara invitación al visitante a disfrutar de las 18 terrazas que se encuentran en los bares y restaurantes de la estación, una oferta que se amplía hasta más de un centenar de locales de ocio en las poblaciones de la zona, lo que convierte a este paraje en uno de los paraísos del 'après ski'.
La fiesta empieza tan pronto como el esquiador decide terminar la jornada. Sin embargo, no es necesario descender hasta el pie de pista para disfrutar del ocio nocturno. Algunos de los locales de la estación permanecen abiertos hasta tarde y una de las imágenes más simpáticas es ver como los esquiadores más animados descienden las últimas pistas sin apenas luz.
Disfrutar de paseos con raquetas, descender en trineo a través de pinos a la luz de la luna, lanzarse en parapente desde las cumbres del pico Kapall, a 2.300 metros de altitud, relajarse con una sesión de spa y sauna, incluso al aire libre y con una estratégica vista del pueblo de St. Anton, son algunas de las actividades alternativas que ofrece este paraje único.
El ambiente cosmopolita se observa en el variado público que acude a St. Anton. La mayoría de los esquiadores proceden de Alemania (32%), Reino Unido (19%), Holanda (10%) y Suecia (3,4%), pero también de países lejanos como India, Japón o Sudáfrica. Austria, sin embargo, solo aporta el 10% de los visitantes. Uno de los datos curiosos es que el número de españoles que acude a este resort aumentó el pasado año más de un 4%.
Aún quedan varias semanas para que la estación eche el cierre a la temporada de nieve. Son las llamadas 'Semanas de esquí soleado', en las que el principal reclamo es el sol, y que se extienden hasta el 21 de abril. Aprovechando el buen tiempo, estas fechas permiten asistir a otra de las actividades más curiosas de St. Anton: el blanco paisaje alpino se convierte en el campo de juego de un campeonato de volleyball sobre nieve y a 2.000 metros sobre el nivel del mar.
Como broche final a la temporada, se celebra la ansiada 'The White Thrill', un multitudinario descenso de nueve kilómetros que comienza a 2.600 metros de altura y que reúne tanto a esquiadores como a snowboarders. La carrera se celebra por la tarde, sean cuales sean las condiciones de la pista, y el verdadero reto es llegar hasta la meta.
COMODIDAD EN EL CORAZÓN DEL TIROL.
Si todas estas actividades han convencido al viajero, muchas son las opciones que se le presentan para acceder hasta St. Anton. La más cómoda y directa es el avión, ya que a menos de 250 kilómetros hay hasta cinco aeropuertos: Zurich, Múnich, Innsbruck, Friedrichshafen y Memmingen. Desde casi todos ellos hay tren directo hasta la estación de ferrocarril de St. Anton. También hay una gran variedad de líneas de autobús interurbano que permiten llegar al enclave de una forma más económica.
Una vez allí, todo está pensado para que el visitante se olvide del coche durante su estancia. Numerosos autobuses gratuitos, incluidos en el precio del forfait, unen las distintas poblaciones de la estación y permiten desplazarse entre ellas. Otra de las opciones es recurrir a su nutrido servicio de taxis: modernas furgonetas con capacidad para ocho personas y con espacio suficiente para sus equipos de esquí.
Para el alojamiento, St. Anton ofece una amplia gama y variedad: se puede escoger entre los más lujosos hoteles, ubicados en edificos típicos y con habitaciones cuyo precio asciende hasta los 400 euros, pero también pagar cerca de 30 euros por persona en una de las numerosas pensiones y alojamientos con los que cuenta este entorno. Además, los grupos disponen de la opción de alquilar una casa o apartamento, muchos de ellos de arquitectura típica alpina.