Sastre, el premio a la constancia y a la regularidad

Actualizado: domingo, 27 julio 2008 20:48




   PARÍS, 28 Jul. (EUROPA PRESS) -

   Tras once años de profesional y miles de kilómetros en sus piernas en los que se ha quedado en varias ocasiones a las puertas de la gloria, Carlos Sastre consiguió por fin el triunfo en una gran vuelta, y lo hizo de la mejor manera posible y en el mejor escenario imaginable, la carrera por etapas más importante del mundo, el Tour de Francia.

   Con la constancia, el trabajo y la regularidad como mejores virtudes, el madrileño, de 33 años, ha vuelto a demostrar su habilidad y fortaleza cuando la carretera se empina, como prueba su espectacular demostración en las rampas del mítico Alpe D'Huez, un coloso reservado a los más grandes en los que Sastre comenzó a fraguar su victoria en la ronda gala.

   Pero a sus cualidades como escalador, Sastre ha sido capaz de añadir una asombrosa mejoría en una especialidad que le ha negado, en muchas ocasiones, una victoria de prestigio en una gran vuelta, la lucha contra el cronómetro, algo que confirmó en la contrarreloj de ayer, en la que protegido por las alas del maillot amarillo consiguió mantener sin problemas el liderato del acecho de un especialista en estas lides como Cadel Evans.

   Madrileño (Leganés) de nacimiento, pero abulense de adopción --desde muy pequeño reside en El Barraco, de donde también era su cuñado y gran amigo 'Chava Jiménez,-- Sastre comenzó a montar en bicicleta a los ocho años coincidiendo con la victoria en la Vuelta a España de otro hijo de esta prolífica localidad, Ángel Arroyo.

   Así, en la escuela de ciclismo que su padre, Víctor Sastre, fundó en El Barraco en los años 80 para proveer de oportunidades en el ciclismo a la juventud de la zona, poco a poco Sastre fue dando las primeras pedaladas en un deporte que él mismo califica como "duro y complicado", pero "hermoso e irrepetible" a la vez.

   Ganador en escuelas, batallador en cadetes, completo, responsable, líder y con enorme visión en juveniles, esos primeros pasos bajo la sabía tutela y dirección deportiva de su propio progenitor le llevaron al destino por el que pasaba toda la materia prima de calidad formada en El Barraco: el equipo sub-23 de Banesto.

   DE GREGARIO DE LUJO A JEFE DE FILAS

   Sin embargo, como profesional, dio el salto al eterno rival, la ONCE, donde se fue forjando en la categoría y aprendió el oficio como gregario de corredores como Laurent Jalabert, Abraham Olano o Joseba Beloki. Allí, estrenó su palmarés ganando una etapa en la Vuelta a Burgos 2001.

   Pese a ello, siempre quiso progresar, de ahí que cuando recibió la oferta de Bjarne Riis en el año 2002 para formar parte del CSC Tiscali, no lo dudó ni un momento. En el equipo danés tuvo que sacrificarse en muchas carreras por su compañero Tyler Hamilton, pero poco a poco comenzó a gozar de un amplio margen de libertad para conseguir sus propios objetivos.

   Su décimo puesto en la general del Tour 2002, donde fue el único que aguantó la rueda de Armstrong en la etapa de La Plagne, fue el premio a su ciclismo valiente y ofensivo y le valió ganarse la confianza de su director. La progresión de Sastre, desde entonces, ha sido regular y ascendente en las pruebas de gran fondo.

   Así, en 2003 terminaba noveno en el Tour (con una victoria en la decimotercera etapa), octavo en 2004 y vigesimoprimero en 2005, donde ejerció de escudero de su compañero Iván Basso, que terminó segundo tras Lance Armstrong.

   La temporada 2006 marcó su mejor registro en una ronda gala en la que, tras un excepcional trabajo en el Giro para su compañero Basso, tuvo que ejercer inesperadamente de jefe de filas. Terminó cuarto en París, tras rondar la posibilidad de victoria en la fase decisiva de la carrera.

   Al año siguiente, con más confianza y experiencia en el liderazgo del equipo, repitió el cuarto puesto en el Tour y terminó segundo en la Vuelta, campaña en la que comenzó a cimentar su triunfo en la 'Grande Boucle' de esta edición. Una victoria que llega tarde, pero que premia, con toda justicia, la valentía y el afán de superación de un gregario de lujo reconvertido en un jefe de filas constante y regular.