MADRID 18 Abr. (EUROPA PRESS) -
La veterana banda escocesa The Waterboys, con su líder y fundador Mike Scott al frente, derrochó este martes alrededor de dos horas de himnos de los años 80 y adaptaciones musicales de los poemas de W.B Yeats en un madrileño Kapital que acabó convirtiéndose en una gran taberna llena de seguidores que parecían llevar décadas esperando a ver a sus ídolos.
Y es que, Scott y los suyos traían bajo el brazo su nuevo álbum 'An appointement with Mr.Yeats', un homenaje sonoro al poeta irlandés, pero sabían que el público (ya entrado en canas)estaba esperando escuchar esas canciones que tanto pincharon en sus tocadiscos antes de que aparecieran los cds y los mp3.
Allí estaban, con esa cara que tienen los seguidores a los que de su grupo favorito les gusta hasta el nombre. Como pensando que la 'W' de Waterboys se compensa en contundente armonía con el descenso melancólico de la 'y' casi al final.
Así son los Waterboys. Scott salió al escenario envuelto en su casaca negra, aunque con algunas arrugas más en su enjuta cara, y tras un arranque con 'The hosting of the sea, que abre también el último álbum de la banda, pronto sonaron los acordes de 'All the things she gave me' y quedó claro que el concierto sería un viaje de ida y vuelta desde el repertorio más folk y rock de la banda hasta la poesía más penetrante.
En ese penduleo, Scott cantó los poemas de Yeats con la expresividad de quien los cuenta, dejando la guitarra a un lado y lanzando sus manos al aire. Se dejó cada respiración recitando palabra por palabra 'News of the DelphicOracle' o 'Mad as the mist and snow', acompañado de teclados, batería y violín.
RECITANDO CANCIONES
Pero no se olvidaba de su público, y cogía entre un poema y otro la guitarra eléctrica o se sentaba al piano para darles un 'Be my enemy', 'The raggle tangle gypsy', 'Glastombury song' o 'A girl called Johnny'. En esos momentos, los que cerraban los ojos escuchaban la misma voz, para la que parecen no haber pasados los años, de los Waterboys de siempre.
Entre tanto, entrar y salir de músicos, un duelo de sonidos atormentados entre violín y piano con las caras de los músicos tapadas por sendas máscaras de carnaval negras. Más poesía arrebatada y más éxitos atemporales como 'Has anybody hereshe Hank?' o 'The Pan Within'. Pasada la hora y media, Scott ya se había metido al público desde la 'w' hasta la 'y', ejerciendo de director de orquesta, extendiendo las canciones hasta el éxtasis y diciendo a sus músicos cuando entrar y salir de la canción.
Yeats pasó a un segundo plano con los bises. 'Don't bang the drum', 'A man is in love' y, por fin, el esperado 'Hole of the Moon', con una introducción a modo de reagge, que dejó a sus seguidores algo inquietos. Pero Scott tenía claro que todos querían escuchar esa canción de siempre y finalmente así la tocó en su versión original con un público al que ya sólo le faltaba escuchar 'Fisherman's blues'.
Fue el broche final. Scott y los suyos bailaron dando vueltas sobre si mismos al son de las guitarras y los violines, y pidieron al público que bailara con ellos, y entre todos convirtieron la sala en una gran taberna que parecía que llevaba abierta desde los años 80.