Álex Crivillé celebrando su título mundial de 500cc de 1999 en el GP de Brasil - REPSOL HONDA - Archivo
MADRID, 14 Abr. (EUROPA PRESS) -
El motociclismo español ha sido el gran dominador en los última década de la categoría 'reina' del Mundial, MotoGP, conquistando nueve de los diez títulos en liza, los últimos ocho de forma consecutiva. Marc Márquez (Repsol Honda) es el gran protagonista con seis de ellos, el doble de los que logró Jorge Lorenzo con Yamaha (2010, 2012 y 2015). El balear precisamente fue el segundo piloto español en coronarse en esta categoría, once años después de que Alex Crivillé rompiese una barrera más en el deporte nacional.
España había sido una nación importante en las cilindradas menores, pero la de 500cc se le había resistido históricamente hasta la llegada del barcelonés, que tuvo que curtirse, y mucho, en una categoría donde los estadounidenses eran los que mandaban. En su primer año, pese a su condición de 'rookie', brilló y terminó octavo, con victoria incluida en Assen.
El de Seva, campeón del mundo de 125cc en 1989, siendo entonces el más joven de la historia en lograrlo, decidió dar un paso más en su carrera y decidió dejar el equipo de Sito Pons para fichar por el poderoso HRC en 1994, aunque allí tenía como compañero al australiano Mick Doohan, que justo esa temporada iniciaría su dominio en el campeonato con cinco títulos consecutivos. El oceánico fue un castigo pero a la vez una catapulta para Crivillé, que gozó de estar en un equipo de élite y de aprender junto a uno de los mejores de la historia.
Tras dos años 'discretos', en 1996, 'Crivi' trató de pelear de tú a tú con Doohan, al que llegó a batir en dos ocasiones, para proclamarse subcampeón del mundo. Sin embargo, no pudo darle continuidad a esa buena actuación y no pudo estar en la pelea ni en 1997 (cuarto) ni en 1998 (tercero).
Su oportunidad le llegó en 1999. Doohan sufrió una grave caída en Jerez de la Frontera y se rompió la pierna derecha, y la muñeca y clavícula izquierdas. El australiano dijo adiós a la temporada, y posteriormente a su carrera, y el equipo quedó en manos de Crivillé, que no falló.
El piloto catalán volteó el dominio inicial del estadounidense Kenny Roberts Jr y dio el máximo de sí para lograr seis victorias y firmar diez podios que le valieron para coronarse, por fin, campeón del mundo. Su entrada en la historia se produjo en el GP de Brasil, aunque semanas antes dio el susto con una caída en los entrenamientos de Australia.
Sin tiempo para pasar por quirófano para solucionar la fractura de un hueso de su muñeca izquierda, ya que estaba en plena lucha por el título, forzó y terminó quinto la carrera de Phillip Island, pero Roberts falló allí (décimo) y en Sudáfrica (22), donde el catalán fue tercero para rozar la corona.
En la carrera que le encumbró, fue calculador e inteligente. No fue a por el triunfo en Brasil sino a por el título. Sus grandes rivales eran Kenny Roberts Jr, que terminó tercero en Río, y el japonés Tadayuki Okada, que entró séptimo y tras Crivillé al salirse de la pista en un lance con el ganador de aquel día, Norick Abe.
Así, sumó los puntos necesarios que le brindaron la gloria. La clasificación de aquel Mundial de 500cc, cilindrada equivalente ahora a MotoGP, le coronó con 267 puntos; por los 220 y 211 de Kenny Roberts Jr y Okada con 211.
Su celebración tras cruzar la línea de meta estuvo lejos de alguien que había hecho historia en el deporte y motociclismo españoles. "Era frío y sigo siendo frío, las personas cambian muy poco. Parecía que no hubiera ganado pero sí", explicó el pasado mes de octubre a Europa Press cuando se conmemoraron los 20 años de su éxito.
"De no haber conseguido ese título prácticamente el subcampeonato que conseguí o las 20 carreras que gané hubiesen quedado en el aire, difuminadas. Lo que cuenta es ese título", aseguró el de Seva, cuyos dos últimos años en el Mundial ya no fueron tan exitosos y terminó octavo y noveno respectivamente.