MADRID, 23 Ene. (EUROPA PRESS) -
Mucho se ha estudiado y puesto en práctica en el ámbito de la responsabilidad social corporativa (RSC) en los últimos diez años. Hoy día son numerosas las empresas tanto nacionales como internacionales, que optan por la responsabilidad social como estrategia corporativa y modelo para la gestión de sus "impactos".
La necesidad de tomar conciencia de los efectos tanto directos e indirectos como internos y externos de la empresa sobre su entorno; devolver a la sociedad los beneficios recibidos de ésta; y buscar un desarrollo sostenible a las actividades empresariales, han servido de base a la gran acogida teórica y práctica de la responsabilidad social en los sectores de actividad empresarial.
En el mundo universitario este nuevo fenómeno se ha visto fundamentalmente reflejado en la multiplicación de cursos, talleres, seminarios y programas en las facultades de Ciencias Económicas y de Administración de Empresas a nivel de grado y de post-grado.
Así por ejemplo, un estudio reciente publicado por la revista 'Beyond Grey Pinstripes' del World Research Institute, un reputado centro de investigación americano de medio ambiente y ciencias sociales, muestra que de 91 escuelas de negocios encuestadas representando a seis continentes, 54% requerían un curso en ética, responsabilidad social corporativa o negocios y sociedad. En 2003 este porcentaje fue del 45% y en 2001 del 34%.
No obstante, mucho más reciente ha sido la concienciación por parte de las propias Universidades de que formar y sensibilizar a futuros egresados en temas de responsabilidad social para satisfacer ciertas demandas del mercado laboral, puede no ser el aporte más significativo de la RSC sobre la actividad universitaria y producción académica, especialmente en un contexto como el latinoamericano. Pueden y deben aspirar a más tanto en investigación académica en este campo, como en adoptar al medio universitario prácticas de responsabilidad social.
Las Universidades de América Latina se enfrentan a un paisaje difícil y complejo donde se solapan altos niveles de desigualdad y de pobreza con la necesidad de afrontar los retos del nuevo siglo como son la globalización, la brecha digital y la desigualdad de género. Este horizonte es ciertamente preocupante.
No obstante, se encuentran en una ubicación clave gracias al efecto multiplicador que tiene ser el semillero de la élite intelectual directiva del futuro latinoamericano como serán entre otros economistas, empresarios, políticos, ingenieros e investigadores.
Son ellas las que están llamadas en todos los campos de investigación a generar nuevos modelos, teorías y paradigmas; son punto de referencia en conocimiento técnico y fuente de asesoramiento; y por su mero tamaño son grandes organismos con una gestión interna compleja y demandantes de bienes y servicios. Es en cada una de estas funciones que la Universidad lleva a cabo, donde el nuevo modelo de gestión de responsabilidad social puede ayudar a articular todas estas actividades universitarias hacia el objetivo de contribuir al desarrollo de la región.
La responsabilidad social universitaria (RSU) es definida por el profesor y filósofo François Vallaeys como "la gerencia ética e inteligente de los impactos que genera la organización en su entorno humano". Esta busca "articular las diferentes funciones de la institución -gestión interna, docencia, investigación y proyección social - en un proyecto de promoción social y de desarrollo social equitativo y sostenible, para la producción y transmisión de saberes responsables, y la formación de profesionales y ciudadanos igualmente responsables".
En la Iniciativa de Capital Social, Ética y Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo apostamos por este tipo de perspectiva que busca reconectar la Universidad con la realidad de su entorno y hacerla protagonista activa en el desarrollo socio-económico.
Son ya varios los ejemplos concretos de Universidades en el mundo que deciden reconsiderar su situación actual y emprender acciones tanto de manera individual como en grupo. Podemos destacar a nivel nacional el caso de la Universidad de Santiago de Compostela, que por primera vez publicó en 2004 su memoria de Responsabilidad Social para dar a conocer todos sus esfuerzos y reiterar su compromiso con la transparencia informativa.
A nivel internacional, un ejemplo reciente es la Declaración de Talloires de septiembre de 2005 creada de manera conjunta y firmada por una treintena de rectores de todo el mundo, que reitera el compromiso de dichas Universidades a ser socialmente responsables.
A nivel de América Latina observamos también progresos significativos. Es de resaltar la labor realizada por la iniciativa "Construye País" de Chile. Esta nació en el 2001 con el objetivo de coordinar los proyectos en el campo de la RSU de las principales 13 Universidades chilenas y actualmente se encuentra en su tercera fase denominada "instalación" de los proyectos de RSU.
Otro ejemplo igual de alentador, es el de Universidad de Rafael Landivar de Guatemala que a petición de un grupo de estudiantes, articuló distintas facultades para que sus estudiantes participen activamente a lo largo de sus estudios en proyectos de desarrollo. Estos combinan el trabajo en grupo sobre el terreno con la interiorización de instrumentos teóricos durante sus cursos y con la puesta en práctica de sus capacidades analíticas a través de tesinas de investigación.
Pero aun queda mucho por hacer. Desde sus inicios, la Universidad moderna, ha tenido muy presente su papel social en cuanto a generación de conocimiento y formación de estudiantes. Esto paradójicamente parece haberla impedido constatar que su mera presencia y manera de orientar sus actividades la han convertido en parte del problema y no la solución.
La "gestión de impactos", como acción consciente y mensurable, trasplantada con las debidas adaptaciones del mundo empresarial y corporativo, puede ser una excelente manera de reencauzar a la Universidad y de evitar que se quede atrás en los avances que el mundo corporativo está experimentando en el terreno de la responsabilidad social. La pregunta ahora es si la Universidad latinoamericana tiene verdaderamente la voluntad necesaria para realizar dicho cambio.
Virginia Rose-Losada.
Coordinadora Adjunta de la Red Universitaria de Ética y Desarrollo Social (RED) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).