Niña trabaja con su hija a la espalda en un yacimiento de oro en Malí
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Actualizado: lunes, 13 noviembre 2017 8:34

Cira se casó con 14 años, tuvo a una hija y a los 16 trabaja en un yacimiento de oro

BAMAKO, 13 Nov. (Por Eliane Luthi, jefa de comunicación de UNICEF en Malí) -

"Estoy acostumbrada a las dificultades", afirma Cira Kanote, de 16 años. Agachada sobre un río lodoso con su bebé Daby atada en su espalda, retira algo de suciedad de su 'calabasash', un cuenco hecho de calabaza, y cuidadosamente lo revisa.

Casada cuando solo tenía 14 años, Cira se quedó embarazada inmediatamente de su marido, de 36. El embarazo fue difícil. Un mes después, se despertó para descubrir que su marido se había ido. Su suegro, Ousmane, de 65 años, le digo que se ha había marchado a Guinea Ecuatorial para trabajar. Cira no ha sabido de él desde entonces.

Cira llevó a término su embarazo y llamó a su hija Daby, como un pájaro muy común en la zona. El bebé suele estar enfermo, me cuenta. En el abrasador calor de una mañana de mayo en la región de Kayes, en el oeste de Malí, puedo ver las perlas de sudor en la frente de la pequeña, que duerme a ratos mientras su madre trabaja.

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En la localidad de Kosaya la historia de Cira no es inusual. Según el comité de gestión de la escuela primaria, el cien por cien de las niñas están casadas o al menos prometidas a un hombre antes de cumplir los 18. Casi todas las niñas casadas dan por terminados sus estudios.

UNA BOCA MENOS QUE ALIMENTAR

Los chicos también dejan la escuela, pero la pobreza y los roles tradicionales de género han hecho especialmente duro convencer a los padres de enviar y mantener a sus hijas en clase. Casar a una hija significa una boca menos que alimentar y también significa una dote para la familia de la niña, normalmente ganado, un bien preciado.

De los cuatro niños en la familia de Cira, el único que sigue yendo a la escuela es su hermano. Las otras tres, todas chicas, están casadas o trabajando.

Cuando Cira llega al yacimiento de oro con Daby hacia las 10 cada mañana, su jornada laboral ya ha comenzado desde hace tiempo. Una mañana típica, se levanta antes de que salga el sol. Tras asearse, barre la casa y el patio y hace el desayuno para su familia política. Solo entonces puede salir para intentar ganar dinero. Las niñas con las que trabajan tienen historias similares; casadas con hombres que son 20 años mayores y que han sido elegidas para ellos por sus familias.

"ME GUSTABA LA ESCUELA"

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Cira lamenta haber tenido que dejar la escuela. "Me gustaba la escuela", afirma nostálgica. "La escuela es buena", añade. Solía soñar con convertirse en una trabajadora sanitaria comunitaria. El centro de salud más cercano está en la siguiente localidad. Durante la estación de lluvias, cuando las carreteras desaparecen, no hay manera de llegar allí y las familias deben confiar en la medicina tradicional y las hierbas.

Le pregunto a Cira si encuentra difícil su vida. Ella no diría eso, su realidad es la de todas las jóvenes mujeres de por aquí. Pero encuentra su trabajo duro y que algunas de las cargas que tiene que transportar son pesadas.

"Hay un problema real de matrimonio infantil", explica Salif Kebe, el director de la escuela de Kossaya. "Las niñas son entregadas en matrimonio a edad temprana, a veces en segundo o tercer grado. Así que voy a los hogares y digo a los padres: deberíais dejar a la niña estudiar. Intento convencerles de que les permitan terminar la educación secundaria", añade.

Las personas como Salif que están tratando de promover la educación de las niña se enfrentan a una tarea monumental. Un contundente 49 por ciento de las niñas en Malí se casan antes de los 18 años. A menudo, esto significa dejar la escuela: solo el 12 por ciento de las niñas en la región de Kayes completan su educación primaria.

TRABAJO INFANTIL Y EMBARAZO TEMPRANO

El matrimonio infantil también puede traducirse en trabajo infantil y embarazo temprano. La vasta mayoría de las niñas, el 89 por ciento, también experimentan mutilación genital femenina, lo que convierte en aún más difíciles los embarazos.

El padre de Cira desea que hubiera un instituto en la localidad. Quizá si hubiera habido uno, la suerte de Cira habría sido diferente. Pero la escuela secundaria más cercana está en la localidad vecina.

Dado que su marido la abandonó tan pronto, Cira no sabe mucho sobre él y no puede decir si preferiría que volviera o no. El año pasado, sin embargo, éste envió dinero.

Su suego, Ousmane, que está ciego, recuerda que le embargó la alegría. Sus otros hijos construyeron una gran casa. En una localidad donde todos viven en una simple choza redonda con un tejado de paja, la larga casa con paredes sólidas y un tejado de hojalata se ha convertido en la envidia de los vecinos. Cuando la casa estuvo terminada, los hijos de Ousmane le llevaron dentro y tocó las paredes. Cira ahora vive en la nueva casa con Daby y sus parientes políticos.

TENER LA CASA MÁS BONITA NO ES UN CONSUELO

Pero tener la casa más bonita de la localidad es un pequeño consuelo para las duras realidades a las que se enfrenta Cira.

En Kayes, gracias al apoyo de Noruega, UNICEF está distribuyendo más de 14.000 kits escolares a niños que están en riesgo de abandonar los estudios. Simplemente tener cuadernos y lápiz puede significar la diferencia entre que los padres opten por enviar a sus hijos a la escuela o no.

También estamos estableciendo 60 centros en la región, equipados con mesas y bancos escolares, para ayudar a niños como Cira a volver a la escuela. Un currículo especializado de nueve meses les prepara para acceder a la escuela formal el año siguiente.

Pero son necesarios mucho más apoyo y recursos. Y es nuestra responsabilidad colectiva asegurarnos de que niños como Cira experimentan una verdadera infancia; una infancia que transcurre en la escuela y no como una madre de 16 años en un yacimiento de oro.

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