Refugio de Ghuta Oriental
REUTERS / BASSAM KHABIEH
  
Actualizado: viernes, 9 marzo 2018 16:48

La población, extenuada tras 15 días oculta en los sótanos, comienza a recelar de la idea de pelear hasta el final por el enclave.

GHUTA ORIENTAL (SIRIA)/BEIRUT, 9 Mar. (Reuters/EP) -

Familias enteras llevan dos semanas encerradas en los sótanos de Ghuta Oriental, el enclave rebelde a las afueras de Damasco, para sobrevivir a los bombardeos y sólo se atreven a salir para buscar medicinas o para recuperar de la superficie los alimentos que tenían almacenados en sus hogares, ahora prácticamente destruidos.

"Estamos viviendo siempre en el sótano", explica Abú Alma, ingeniero y voluntario humanitario local quien lleva 15 días bajo tierra con su esposa, su hija recién nacida y otras diez familias, en la ciudad de Duma. "A ver qué podemos hacer si no. Estamos intentando que funcione", ha añadido.

Las familias llevan recluidas desde que el Ejército sirio y sus aliados intensificaran hace ya 15 días su ofensiva sobre el enclave rebelde en uno de los ataques más sangrientas en siete años de guerra civil en la república árabe.

Los residentes de Ghuta desconfían, pero ni mucho menos descartan, de las opciones propuestas por Rusia, aliada del Gobierno sirio, que apoya la salida pacífica de los rebeldes y a sus familiares a cambio de entregar de nuevo el control del enclacve a las tropas sirias.

"Por un lado la gente está aterrorizada ante la posibilidad de que el régimen entre aquí, y por otro no quieren dejar sus hogares aunque reciban permiso: aquí, en el sótano, es duro, pero más duro va a ser en los campamentos de desplazados", lamenta Abú Alma.

CARRERAS NOCTURNAS

Ghuta Oriental, donde Naciones Unidas estima que 400.000 personas viven sin comida, agua ni medicinas suficientes, lleva rodeada por las tropas sirias desde 2013. Es el último gran enclave rebelde que queda en los alrededores de Damasco, el núcleo de poder del presidente sirio, Bashar al Assad.

Desde el inicio de la última ofensiva, todas las familias de Ghuta han recibido el consejo de estar preparadas para desplazarse en mitad de la noche, una recomendación transmitida de boca a oreja por los constantes desplazamientos internos dentro del enclave, como el que lleva teniendo lugar las últimas dos semanas en Duma, donde han llegado 16.000 personas más.

"Aquí ha llegado gente que ha tenido que desplazarse hasta cinco veces", ha explicado el integrante del consejo rebelde local Jalil Aybur, que ha reconocido que siempre tiene a mano un kit de emergencia por si tiene que salir corriendo en cualquier momento.

Entre los últimos desplazados se encuentra Abú Firas, granjero de Shifuniyeh, y recién llegado a Duma tras escapar in extremis justo antes de que el frente de guerra avanzara hasta su casa. "En cuanto nos dimos cuenta de que las fuerzas sirias habían entrado en la granja, cogimos a los críos y escapamos en mitad de la noche, prácticamente sin ropa puesta", ha explicado. "Estaban acribillando a tiros nuestra casa", ha precisado.

Ahora, el granjero, su esposa y sus tres hijos viven en un sótano. "Da asco, todo esto. Queremos volver a casa. Tenemos nuestras tierras. Las hemos abandonado, a nuestras vacas y a nuestras ovejas", ha lamentado.

Ocurre también que las familias tienen miedo de cualquier "ruta segura" que les pueda ofrecer el Gobierno sirio. "Porque más allá de Ghuta no hay más garantías que las que te proporcionan Rusia y el régimen", ha explicado Abú Alma, "precisamente los mismos que están bombardeando Ghuta".

RESENTIMIENTO CONTRA LOS INSURGENTES

El desgaste y el hastío son palpables entre la población, que ha comenzado a criticar duramente a los rebeldes por negarse a aceptar cualquier tipo de alternativa. "Muchos de los residentes queremos que dejen de caer las bombas como sea", ha reconocido un habitante de Duma bajo condición de anonimato por miedo a represalias.

"En los últimos ataques no se ha salvado nada", lamenta un antigo rebelde, Ahmad al Meshrifm, huido de la localidad de Nasabiye y que lleva liderando a 14 parientes, con quien lleva escapando las últimas dos semanas por delante de los bombardeos.

"Tendrían que haber visto las ovejas y las vacas, cómo la metralla ha hecho a los animales picadillo. Ello sin mencionar cómo nos han dejado la cabeza, el estado psicológico en el que estamos", ha añadido Al Meshrifm. Él, sus parientes, su esposa y sus hijos llevan días escondidos en un depósito de agua de Mesraba. "Es indescriptible", ha lamentado.

La mayoría de los rebeldes, sin embargo, han declarado su intención de luchar hasta el final a pesar de las quejas de la población. "Prefiero morir un millón de muertes antes de acabar de nuevo bajo el yugo del régimen", declara Meshrif, de 35 años, ahora al cargo de sus sobrinos tras la muerte de dos de sus hermanos en combate contra las fuerzas del Gobierno sirio y del encarcelamiento de un tercero. "Yo ya no lo aguanto. Pongo mi vida en manos de Dios. Pero, ¿dejar de combatir? Imposible", ha avisado.

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